Desde las primeras obras dirigidas por D.W. Griffith hasta llegar a los recientes estudios realizados por nombres como Michael Haneke o el propio Lars Von Trier, la violencia y los misterios que bordean sus orígenes siempre ha sido foco de interés de los mejores cineastas de cada época. Indagar en su sustrato y en como afecta a la supervivencia de un ser humano obligado a adaptarse a un ambiente hostil y cambiante supone un reto muy atractivo que suele cautivar al espectador del modo más sencillo que no es otro que exhibir en primer plano y sin censura todo tipo de imágenes provocadoras y explícitas que sin ningún tipo de reparo muestran los efectos más obscenos y sanguinarios del tema tratado.
Lo difícil resulta rastrear en la violencia, en sus dogmas, bajo una perspectiva poética buscando pues responder ciertas preguntas sin revelar nada, dejando por tanto que sea el público quien intente resolver el enigma sin destapar ningún tipo de pista o camino a seguir. Y esto es lo que consigue Daha, filme turco presentado en el Karlovy Vary del pasado año que a su vez constituye la carta de presentación en la dirección de largometrajes del actor Onur Saylak, adaptando una novela contemporánea de gran éxito escrita por el joven literato turco Hakan Günday de título homónimo.
Si en un principio parece que nos vamos a encontrar con la típica cinta de denuncia que apuesta por imprimir un texto mil veces leído sobre un tema tan controvertido y eterno como es la inmigración ilegal, haciendo hincapié especialmente en las funestas políticas de tráfico de seres humanos puestas en práctica en esta ocasión por un equipo de mercaderes turcos con muy pocos escrúpulos otorgando el protagonismo del relato en la figura de un adolescente que observa con tristeza como su cruel y odioso padre ha montado un negocio lucrativo que exprime la sangre de los más necesitados (esos refugiados sirios que arriban a Turquía huyendo del conflicto armado que asola a su país), la cinta terminará derivando hacia otra esfera. En dirección a unos terrenos más próximos al cine de terror psicológico que al drama social anteriormente comentado. Y este es uno de los puntos que marca la diferencia y que eleva el tono del producto hacia una dimensión subliminal y espeluznante.
Porque lo que verdaderamente encierra Daha es un cuento de terror, una especie de transformación kafkiana que describe el nacimiento de la violencia en quien nunca esperaríamos que cayese en sus garras. Y Onur Saylak juega muy bien sus cartas para impactarnos y sobrecogernos con el simple empleo de una cámara y un elenco de actores que saben sacar todo el jugo al papel encomendado. En este sentido, Saylak saca partido de sus conocimientos técnicos y de una estructura cinematográfica planificada al milímetro. Sobre todo de la fotografía. Luminosa y preciosista en el primer vector del film (destacando unas bellísimas panorámicas del horizonte captadas con una luz muy pictórica), aquel en el que Gaza (el adolescente protagonista) aún se cuestiona la vileza e inmoralidad desatada por su progenitor. Un chico que llora cuando descubre que su padre es un violador que abusa sexualmente (delante de los ojos de sus hijos y maridos) de las pobres migrantes femeninas que tiene cautivas en el sótano de su casa a la espera de ser embarcadas con destino a Grecia o que apenas se inmuta cuando tiene que enterrar el cuerpo muerto de un niño que no ha podido soportar la dureza del viaje emprendido. Un muchacho al que aún le late el corazón lo suficiente como para enamorarse de una bella expatriada poseedora de unos ojos que hechizarían al más gélido de los seres, amando a su musa inocentemente sin hacer ruido pero con la esperanza de conquistarla y huir con ella a otro lugar menos abrupto y salvaje. Un Gaza que odia la violencia y que por consiguiente amanece como un alma bondadosa y caritativa que no persigue enriquecerse a costa del sufrimiento ajeno.
Pero de repente todo cambiará en cuestión de minutos. Así, bruscamente la fotografía se oscurecerá en el segundo tramo del film bajo la forma de unas enfermizas tinieblas. Un segmento en el que Gaza perderá la inocencia al descubrir que su amor platónico venderá su cuerpo al mejor postor para conseguir su propósito de arribar a Europa. Una traición que provocará que ese ser de luz se desfigure adquiriendo el semblante de un monstruo peor que su pérfido ascendiente desencadenando un infierno en la tierra donde no habrá clemencia para nadie, migrante o criminal, pues Gaza ya no será ese chico cándido y angelical que hemos visto en los primeros minutos de la cinta, sino que mutará adquiriendo la tez y formas de un demonio al que no le importará nada ni nadie, tan solo ejercer la violencia en contra de sus semejantes para saciar su sed de venganza y solventar sus traumas y tormentos.
La película es impresionante desde un punto de vista moral recordándome en ciertos tramos a algunos pasajes de otra novela que exploraba en las causas y efectos de la violencia en un mundo rural y agreste como es La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela. En lugar de una pluma y una página en blanco, Saylak utilizará su cámara como medio de expresión engalanando con una observación muy tenebrosa su producto final, apoyándose asimismo en los silencios y en una violencia latente y más implícita que excesiva, algo muy de agradecer y que en lugar de restar consigue sumar puntos con los que incomodar y horripilar al espectador pues la película tratará con un gusto exquisito y mucha maestría los aspectos que reflejan la cara más turbia y sucia de la condición humana, describiendo como un entorno adverso y desfavorable puede desembocar en el abrazo de la violencia extrema y la tortura intransigente incluso en aquellas almas aún no contaminadas por la depravación más nauseabunda y esos vicios que nos hacen besar la fruta del pecado.
Daha se eleva por tanto como un viaje a los infiernos emprendido por un inocente al que las circunstancias lo obligan a encarar la vida desde el lado más violento y fácil, el de la explotación y la brutalidad. Una película rodada con mucho cuidado y estilo por un debutante que sabe perfectamente que se trae entre manos. Una obra que recorre unos trayectos obscenos y siempre peligrosos, pero que lo consigue sin comercializar la violencia, alterando nuestra quietud desde la serenidad sin resultar por tanto desagradable ni repelente a pesar de la temática reseñada. Muchas son las películas, como comentaba en el primer párrafo de este texto, que han manifestado su curiosidad por desentrañar las causas de la creciente deshumanización que está afectando a nuestra civilización. Pocas son las que consiguen salvar los numerosos obstáculos que ello plantea con buena nota, y entre ellas sin duda se ubica esta Daha, una obra modesta pero ambiciosa que dibuja de forma juiciosa y portentosa los motivos que hacen germinar y permanecer a la maldad humana.
Todo modo de amor al cine.