Las pocas notas musicales que separan los diferentes capítulos del documental West of the Jordan River (Amos Gitai, 2017) tienen el tono perfecto para expresar lo que supone el conflicto palestino-israelí: algo ancestral, catastrófico y ante lo cual cabe poco más que la resignación. Al contrario que la música, sin embargo, muchas de las historias que componen este documental son un canto a la resistencia, a la convivencia y a una finísima esperanza.
Amos Gitai, seguramente uno de los directores israelís más reconocidos internacionalmente, vuelve a tratar el conflicto después de Field Diary (1982), actualizando con el mismo formato —un diario filmado— un documental que lamentablemente no ha perdido vigencia. Muchas cosas han pasado desde entonces, principalmente hechos y emociones; hechos como el asesinato de Isaac Rabin en 1995, y emociones como el miedo, el odio y el deseo de venganza que se han ido radicalizando, enconando y enquistando cada día más.
West of the Jordan River, presentada en la Quinzaine de la penúltima edición del festival de Cannes, es una ‹road movie›, un documental que va saltando de un tiempo a otro, de un viaje a otro. Pese a algunas entrevistas a políticos (Rabin entre otros), Gitai enfoca su cámara hacia la sociedad civil, y en concreto hacia aquellas asociaciones o personas que se enfrentan a dos posturas radicalmente opuestas. Madres de los dos bandos unidas por la muerte de sus hijos, mujeres palestinas que aprenden a grabar el día a día de la ocupación porque «la cámara es como una pistola», o un rabino que se opone a la demolición de una escuela. Es inevitable esbozar una sonrisa de esperanza al ver a miembros de ambas comunidades compartiendo tanto, pero también es inevitable que esa sonrisa se congele al escuchar a políticos de ambos bandos, o a ese niño de apenas diez u once años deseoso de morir como un mártir.
Gitai aleja su cámara del ruido y la lleva al susurro, a aquellas personas pequeñas haciendo cosas pequeñas. Su principal acierto es no esconderse, tomar partido, hacer las preguntas correctas habiendo declarado antes su posición contraria a la ocupación y a la acción del gobierno actual. Ese acierto es también su principal error, ya que su presencia es excesiva en ocasiones, y en otras peca de un excesivo paternalismo, entrando en discusiones fútiles que lo convierten en protagonista de su propio documental. Allí donde el director pregunta desde la distancia y deja hablar a los verdaderos protagonistas es donde el documental toma vuelo y se convierte en una obra más que interesante para acercarse al conflicto desde otro punto de vista.
En la magnífica Caro diario, Nanni Moretti filmaba su vida y opiniones sin ningún tipo de rubor, y con ello ofrecía casi sin quererlo un retrato riquísimo de la Italia de principios de los 90. El problema de West of the Jordan River es que se ha quedado a medio camino entre documental político y personal, queriendo ser a la vez una crónica rigurosa y un cuaderno de notas de su director. Sin embargo, su visionado es necesario para actualizar la situación del conflicto a todos aquellos que, ante la aparente perennidad del mismo, han optado por olvidarlo.