Ambientada en la violenta Medellín (Colombia) de 1990, Sicario, del director José Ramón Novoa, emerge como una ilustración de los motivos por los cuales los adolescentes se enredan con grupos delictivos barriales hasta convertirse en cotizados asesinos a sueldo del crimen organizado.
Pese a poseer ciertas deficiencias en su estructura técnica y actoral, esta película tiene la virtud de crear una atmósfera que retrata las condiciones de pobreza y de marginación en las que se encuentran algunas personas, junto a un contexto social de intolerancia y corrupción.
La historia contada en Sicario está basada en hechos reales y es fiel en describir el comportamiento de la mafia y de los factores que constituyen su caldo de cultivo. Pero, además, hay otro curioso elemento protagonista en el filme: el fútbol…
Colombia está lista para jugar el campeonato mundial de fútbol de Italia de 1990. Hay una fiebre futbolística en la población, casi todo el ritmo de la vida lo marca el balompié. Una de las figuras es el excéntrico arquero René Higuita quien no solo se limita a impedir que le hagan goles, sino que amaga a los delanteros rivales y crea jugadas de fantasía.
Mientras tanto, en un barrio marginal de Medellín vive Jairo, un adolescente que se cría con su madre y hermano menor. Su personalidad callada e introvertida no es más que el resultado de un conjunto de frustraciones. No estudia y su vida no tiene objetivos claros, pero quiere ayudar a su familia económicamente y encuentra una preocupante opción para ganar dinero.
Él, además de ser un aficionado al fútbol como todos los de su entorno, es un espectador de situaciones horrendas como asesinatos y asaltos. Su ser interior es una auténtica olla de presión que acumula violencia y rebeldía. Solo faltará que alguien se aproveche de la situación y la haga explotar. Ese alguien no es más que un delincuente.
A través de este entramado, y siempre con Jairo como referente, el filme va ingresando en connotaciones sociológicas más profundas. Penetra en esos grupos de antisociales que habitan en las esquinas de barrios olvidados y que son gérmenes del tráfico de drogas y del crimen. También se ubica en las zonas rojas, en esos cabarets en donde, en medio del alcohol y del sexo, los capos reclutan a malvivientes para acrecentar sus delitos y su propio ego.
Sicario enfoca además la ineficaz y hasta negligente actuación del Estado en su lucha contra el crimen. La corrupción y la violencia han contaminado incluso a la institucionalidad oficial. El ambiente penitenciario es uno de sus ejemplos. Y es que la cárcel, en este filme, no aparece como la garantía de seguridad que un poder político debe ofrecer a sus ciudadanos. Este espacio, de aparente rehabilitación social, emerge como el lugar de perfeccionamiento del crimen, donde sus mejores exponentes serán vigilados, pero no para aislarlos o evitar su libertad, sino para seleccionarlos como candidatos de reclutamiento de grupos narcodelictivos.
El sicariato es abordado en esta cinta en toda su dimensión, constituyéndose en una de las ramificaciones del crimen más espeluznantes. Cualquiera, por poderoso que sea, puede ser un objetivo criminal del ajuste de cuentas. Pero la película ahonda más en esta problemática y muestra como el victimario pasa a ser también víctima del ajusticiamiento, porque la estrategia de la mafia es no dejar huella y su tendencia es que el sicario principal sea abatido por otro secundario. Ambos asumen su misión con impresionante eficiencia y sangre fría, como si fueran unas máquinas sin el menor grado de discernimiento.
Jairo se compromete a sí mismo cumplir un último “trabajo” y deberá asesinar a un candidato presidencial y, luego, hacer lo mismo con su cómplice de fuga para evitar que éste lo silencie para siempre. Su plan es dejar atrás su pasado y fugarse con su novia a Caracas en un autobús.
Mientras tanto, el mundial de fútbol sigue desarrollándose y el seleccionado colombiano se enfrenta en un partido decisivo a Camerún. Higuita quiere hacer una de sus jugadas vistosas fuera de su área, pero falla ante el delantero africano Roger Milla quien le convierte un gol y elimina de la competición al equipo cafetero. Finalizado el partido, un narrador deportivo sentencia en su locución que Colombia perdió en su ley y, justo en ese momento, en la historia del sicariato, también otro morirá bajo su ley.
La pasión está también en el cine.