Aunque se ha ido de vacío en los premios, y fue acogida entre la prensa con frialdad, vamos a comentar la que era una de las películas más esperadas del Festival por parte de nuestra web, la nueva película del coreano Hong Sang-soo, Nobody’s Daughter Haewon. En un año en el que la Competición ha estado plagada de personajes femeninos protagonistas fuertes y con una enorme personalidad, la película de Hong sigue esa línea contándonos las historia desde el punto de vista de Haewon, una chica alegre con una vida algo inestable: su madre le ha dejado sola para irse a vivir a Canadá, y mantiene una relación con un hombre casado, un director que es profesor en la escuela de arte dramático donde ella estudia. La chica intenta romper con él varias veces, pero los sentimientos de ambos lo acaban impidiendo siempre. Entre la realidad y los sueños de Haewon va pasando una historia en la que nunca nos queda claro que es lo que está sucediendo de verdad.
Hong Sang-Soo, director muy inspirado por el cine europeo, sobre todo de la ‹Nouvelle vague›, se caracteriza por sus películas sencillas, muy dialogadas, con historias de la vida cotidiana. Su característico estilo, en el que apenas hay cortes de montaje, con largas escenas, son planos secuencia en los que sus recursos expresivos fundamentales son el zoom y el barrido, vuelve a estar presente en su último trabajo. Lo que hace a Nobody’s Daughter Haewon excepcional es que reúne en sí misma muchos de los temas que han ido siendo fundamentales a lo largo de toda la filmografía de Hong: las relaciones extra matrimoniales, la dificultad de Corea para abrirse al resto del mundo, las diferencias entre Oriente y Occidente… Pero todo desde un punto de vista más cómico. Además, vuelve a darle el (co)protagonismo de su película a un director de cine, como ya a ha hecho otras veces.
El director muestra un cariño enorme por sus personajes, a los que trata con melancolía, ya que, detrás de la aparente ligereza de la película, hay dentro de ella dramas personales muy importantes, como la soledad de Haewon, o las contradicciones del profesor. Personas que buscan el amor, pero que no lo encuentran, y van poniendo parches encima de la herida sin solucionar nada. La escena en la que el director se pone a sí mismo “banda sonora” (una de las mejores utilizaciones en cine, y no han sido pocas, de la 7ª Sinfonía de Beethoven) para recrearse en su pena es la vez hilarante, patética y dramática, igual que el tratamiento del tema del alcohol y de emborracharse para olvidar las penas de amor, está llevado hasta el límite. Además, las interpretaciones de todo el reparto, destacando Jung Eunchae y Lee Sunkyun, son excelentes, como una burla hacia sí mismos y hacia la sociedad que les rodea.
Onírica y poética, Nobody’s Daughter Haewon es una película aparentemente pequeña dentro de la magnitud de la Berlinale, y por ello, como ha quedado patente en el Palmarés, ha pasado bastante desapercibida. Y es que en la propia película quedan materializadas las diferencias que comentaba anteriormente entre Oriente y Occidente, ya que, aunque trata temas universales, me da la impresión de que para el público occidental en general se pueden llegar a hacer absurdos estos personajes tan extraños, con unas reacciones que nunca llegamos a comprender del todo. Sin embargo, la película de Hong se puede disfrutar mucho y, sirve para reflexionar con humor sobre aspectos de la vida y el amor. Muy interesante.