En la vida de Mariana no parecen suceder cosas demasiado especiales. Además de alguna bronca con su vecino, poco amante de los perros, el destino de esta mujer chilena parece ser el de esperar a que su marido vuelva del trabajo y guardar esperanzas, asimismo, de que el tratamiento de fertilización otorgue sus frutos y pueda ser madre, una condición que las personas de su alrededor esperan que adquiera. Sin embargo, todo cambia el día que conoce a su nuevo instructor de equitación, el coronel Juan, un tipo aparentemente apacible pero que guarda un oscuro pasado relacionado con los años de la dictadura.
Marcela Said, cineasta chilena conocida por su extenso y variado trabajo en el panorama documental acerca de la dictadura de Pinochet, escribe y dirige Los perros, film que trata de indagar acerca de cómo los ecos de esa época de la historia chilena todavía resuenan en el día a día de muchos ciudadanos. Said apunta esta vez su cámara hacia la clase acomodada, intentando además desentrañar el dominio que el género masculino ejerce sobre la protagonista Mariana, una mujer poco convencional por su ímpetu pero que todavía no parece haber tomado conciencia de su verdadero papel en este mundo.
Esa doble mirada hacia la memoria histórica y la cuestión de género conforma el trasfondo argumental de Los perros, que a lo largo de su metraje tratará de profundizar en la relación de Mariana con los personajes que le rodean. Estos son, inequívocamente, un reflejo a pequeña escala de la sociedad chilena. En efecto, partiendo de lo que podría ser una mujer común de clase media, Said diseña una reflexión acerca de cómo Chile sigue afrontando su pasado y de qué manera las malas acciones de entonces tienen su influencia en el estado de la sociedad actual. Con un hábil temple narrativo y aplicando sus conocimientos de esta etapa histórica, la directora sabe plantear y diseccionar esta reflexión a escala temporal sobre el paso del tiempo en un sentido global.
La palpable pero sucinta construcción que Said realiza sobre este ámbito es lo que dota a Los perros de un sentido propio como trabajo cinematográfico. No estamos ante una clásica película que trata de despertar viejas resonancias de una época oscura para abrir confrontaciones, sino ante un auténtico reflejo a modo de ficción, pero apegado a la realidad, de una cuestión que debería despertar cierto debate en la sociedad chilena. Desde este punto de vista, es inevitable tirar lazos hacia otros ámbitos geográficos; en efecto, no solo Chile u otros países latinoamericanos como Argentina tienen cuestiones pendientes sobre los gobiernos dictatoriales que hace unas décadas decidían el destino de sus respectivos países, sino que en España también nos pueden sonar varios de los conceptos que Said pone de relieve en su obra.
Esta universalidad en el discurso social que plantea la cineasta sobrepasa las barreras políticas y se adentra en el ámbito más corriente de la vida de Mariana. Aquí es necesario rescatar esa lectura en clave feminista que mencionábamos anteriormente, y que no es una característica que Said haya querido imponer a su trabajo de manera artificial, sino que esta temática se une a la de índole sociopolítica de un modo que es imposible no analizar ambas conjuntamente. En efecto, Los perros nos descubre al personaje de Mariana en un ambiente que roza lo hostil en ciertas ocasiones, una discordia que está instalada en la sociedad más allá de las herencias recibidas desde la era dictatorial. El proceso evolutivo que sigue la protagonista encaja en esta representación que traza la directora y que, como la propia Said confiesa, termina por absorber al contexto histórico que inicialmente planteaba la obra.