Para muchos, Jamaica es el país de Bob Marley, Usain Bolt y la marihuana. Un lugar caribeño en el que se puede disfrutar de sol, playa, música y estupefacientes que contribuyan a pegarse el fiestón padre. Sin embargo, para los propios jamaicanos, su nación representa otra cosa diferente. Se trata de un sitio plagado de voces y caras muy diferentes entre sí, una cultura que construyen personas de varias generaciones, hombres y mujeres que escriben cada día la verdadera historia del país más allá del puñado de jamaicanos famosos que todos conocemos. Como representación de ello, aparece una mujer embarazada cuyo vientre no es sino la representación física del esfuerzo que toda madre, y especialmente toda madre jamaicana, tiene que acometer para seguir alumbrando vida en esta isla del Caribe.
El neoyorquino Khalik Allah sigue poco a poco labrándose una carrera tras las cámaras y su último trabajo, Black Mother, está considerado por ciertos círculos cinéfilos como la cumbre de su todavía reducida filmografía. Esta crónica sobre la vida y costumbres de Jamaica, en la que participan multitud de ciudadanos del país y que tiene como epicentro la mencionada trama de la embarazada, no es sino una diáfana pieza documental que nos permite ver con claridad lo que se esconde en esa nación de la que todo el mundo ha oído hablar pero que pocos conocen realmente. En el film se entremezclan relatos sobre varios aspectos de la vida jamaicana, desde la historia y el pensamiento religioso de los habitantes hasta sus más curiosas costumbres, pasando por otros temas más terrenales como la pobreza que asola buena parte del territorio. Son precisamente estos testimonios los que dotan al documental de una notable fuerza a la hora de transmitir las ideas que Allah quiere hacer llegar al espectador, gracias sobre todo a lo anónimo de los rostros que circulan por la pantalla: personajes que aparecen una vez y luego quizá no los volvamos a ver, muestra del reducido papel que tenemos los habitantes de este planeta en el sentido individual.
Pero si por algo destaca Black Mother es por el estilo a modo de collage con el que el cineasta estadounidense decora su película. En efecto, las imágenes y los testimonios se suceden de manera imparable sin que muchas veces exista interrelación entre los mismos y, salvo pequeñas excepciones, el proceso se realiza sin un flujo temporal que estabilice ambos conceptos. Dicho de otra manera, Allah nos enseña varios planos de aquellos personajes que desvelan sus pensamientos, usualmente a modo fotográfico, pero las palabras no van al mismo ritmo que aquello que captan nuestros ojos. Además de otorgarle una belleza particular al relato, esta decisión formal contribuye a reforzar una de las ideas centrales del documental, aquella que parece querer decirnos que una cosa es lo que Jamaica enseña y otra distinta es lo que Jamaica siente.
Tan relevante o más que toda esta parte meramente estilística, se encuentra ese discurso individual pero con carácter global que los jamaicanos se ofrecen a desvelarnos. Las temáticas raciales, sociales, de género y espirituales que saca a colación Black Mother nos muestran a una Jamaica lejos de la perfección que marcaría un manual de derechos humanos básicos, más no por ello los ciudadanos de la nación caribeña olvidan ese punto de orgullo que representa su pertenencia a esa comunidad. Como representación cumbre de este punto de vista, Allah le da el título y el protagonismo del documental a esa mujer que durante 9 meses lleva el peso de la vida en su interior, hasta que por fin su vientre alumbra algo que termina por ser más que un pequeño ser humano: es una señal de que Jamaica seguirá en pie.