Son los años setenta. En esa época, Alma Bohm es la directora de un grupo de teatro vanguardista pero extremo en su experimentación. Una de las actrices de la compañía, Marlene, permanece presa en una cabina de cristal, mientras el público de la sala la observa. Lleva casi cinco días sin dormir, divagando con su mente muy lejos de aquel lugar. Realmente, su pensamiento se halla en un sanatorio abandonado que fue el escenario de varios asesinatos. Una década más tarde, en 1984, Alma vuelve a lanzar otro espectáculo con el mismo planteamiento, así que sus intérpretes fuerzan el insomnio para conseguir un trabajo muy orgánico, por medio de un estado sensorial enajenado. Bianca y Cecilia son dos compañeras de tablas en una obra de teatro. La prestigiosa directora les ofrece el mismo papel. Además de la competición por el personaje, tendrán otras dificultades para mantenerse despiertas, agravadas por unas presencias extrañas que pondrán en peligro sus vidas.
Gustavo Hernández es más conocido por la La casa muda, que más tarde originaría un remake protagonizado por Elizabeth Olsen. Aunque también se ha proyectado por festivales de cine fantástico como el Fanter de Cáceres, al igual que Dios local, su siguiente film, en Sitges. Por lo tanto, No dormirás es su estreno comercial en salas españolas. La coproducción entre Uruguay, Argentina y España se aprecia en un elenco procedente de los tres países que financian el presupuesto, al igual que su equipo técnico. En el caso del reparto se nota una mezcolanza de acentos de diferentes procedencias o alguno impostado, como es el caso de Natalia de Molina por su combinación peculiar del andaluz, el uruguayo y el argentino.
Leyendo el título podría pensarse que alude a un nuevo mandamiento que añadir al catecismo, pero la implicación religiosa no aparece en la trama terrorífica que se narra, tal vez uno de los aspectos más agradecidos de la historia, fuera de implicaciones que aludan a demonios, ángeles o pasajes bíblicos. El origen del mal resultan ser unos sucesos criminales del pasado, latentes entre las paredes de un antiguo manicomio, por lo que lejos de orquestaciones celestiales o explicaciones propias del grupo parroquial, el grueso de la trama se somete a una serie de pruebas, ensayos o prácticas cercanas al masoquismo, entre los recién llegados habitantes del viejo sanatorio.
Tanto el desarrollo de los trabajos previos a la representación como los saltos del mundo real hasta el universo paralelo del pasado desconocido son los mayores alicientes del film, por la naturalidad en el paso de la conciencia a la inconsciencia. Al igual que un inicio prometedor en el que la mecánica del susto a partir de golpes sonoros o juegos con el fuera de campo inmediato, son cuestionados por el propio realizador, al menos hasta que la necesidad comercial aprieta y el recital de sorpresas se sucede en el último tercio del metraje. Otra virtud de la película es el abandono de la casquería que resulta tan amistosa al género de terror, aunque la dirección artística sea digna de cualquier episodio de la saga Saw. Es curioso que los premios técnicos al montaje y a la dirección de fotografía que recibió No dormirás en el Festival de Málaga, se sitúen muy por debajo del tratamiento sonoro y el citado diseño visual de la producción.
Este puede ser un buen momento para puntualizar la oxidación que afecta el género de terror, tan pendiente de los sustos, impactos sonoros y filones por descubrir para organizar alguna saga de éxito comercial. En primer lugar por el acomodo en unos recursos que son comunes a la mayor parte de producciones genéricas, con excepciones como varios films dirigidos por James Wan, André Øvredal, Drew Goddard o Fede Álvarez. Salvo en el caso de films como Insidious, las referencias de Gustavo Hernández se acercan más a obras como La mujer de negro, Los otros, Constantine y [REC]. Sin embargo, la mayor influencia climática llega desde la olvidada Session 9, película que tampoco era perfecta, pero transmitía malas vibraciones con sus imágenes.
La entrega de la joven actriz protagonista, Eva de Dominici, con una interpretación por encima de la profundidad de su personaje; el registro vil de Belén Rueda, sin usar el histrionismo, dignificando una malvada por integridad, saltándose el manual de instrucciones del guión; aparte de la secundaria Eugenia Tobal, que modela muy bien a su actriz adicta, no son razones suficientes para elevar la balanza de fallos, propiciada por la repetición de situaciones y escenas idénticas. Una verbalización de las acciones que desconfía del espectador y su capacidad de retentiva. También un enfoque de género que habría sido más acertado si la película se promocionara como una obra de suspense, en lugar de terror. Además de varios giros forzados en la estructura dramática, hilos sueltos como saber qué fue del padre de Bianca y ese abigarramiento final de los desenlaces, que conduce al caos. Puede ser que el público seguidor de las emociones fuertes sea muy agradecido y fiel al género, pero también tiene paciencia limitada.