Algunos cambios sociales influidos por el progreso tardan años en materializarse. Otros ocurren en un instante. El 11 de septiembre de 2001 los medios de comunicación informaban en directo de los atentados terroristas que transformaron la geopolítica internacional de un día para otro, pero también supuso el principio de una forma distinta de consumir información y reaccionar a ella. Tan masiva fue la respuesta de la comunidad conectada global a Internet que el buscador web con la mayor base de usuarios del mundo —Google—, viendo que la gente estaba consultando exclusivamente datos sobre el ataque a las Torres Gemelas, tuvo que responder a la demanda de información creando un portal estático con referencias a las publicaciones de la prensa y novedades sobre desaparecidos e investigación oficial. La sociedad también había cambiado de otra forma. La popularidad de cámaras digitales, móviles y acceso a internet hizo posible que mucha gente pudiera publicar fotos, videos y sus propios testimonios directamente en foros de discusión y publicaciones electrónicas de todo tipo. La prensa también hizo uso de ellos. Siguiente paso, el delirio hiperparanoico de una humanidad atenazada por el miedo y sin saber qué hacer para explicar lo ocurrido o encontrarle sentido: la teoría de la conspiración. Es en este nivel en el que se mueve Watching the Detectives de Chris Kennedy, siguiendo las pesquisas de diversas comunidades online tras los atentados del maratón de Boston de 2013.
La traslación de soporte que realiza Kennedy pasa de los tablones digitales de Reddit y 4chan a un film en el que aparecen las fotografías que los usuarios de esos sitios utilizan como base para su investigación de lo ocurrido intercaladas con sus conversaciones, rastreando la multitud de asistentes a un evento masivo para identificar a los responsables del atentado. Anotaciones, flechas, líneas marcando las miradas de los espectadores y sus movimientos, marcadores temporales, comentarios estudiando su comportamiento, ropa y asunciones sobre su contexto social y cultural. Todo aquel que destaca sobre los demás por algún detalle insignificante es escudriñado hasta lo absurdo, dejando al descubierto el verdadero mecanismo que mueve a parecer sospechoso a esta inteligencia colectiva: el sesgo de confirmación. Los usuarios de los foros se dejan llevar por sus prejuicios y un punto de vista completamente descontextualizado de pruebas o hechos comprobados. Asumen una alteridad que cumple determinadas características preestablecidas y justifican su inclusión como presunto culpable según la forma de vestir, el color de la piel o ciertas características físicas, que tienen mucho que ver con la atmósfera post 11-S y el clima político del país contra la comunidad musulmana.
La conversación se mueve entre los que dirigen las pistas descubiertas, los que llegan para reforzar la vigencia de la mismas, los que aportan información de noticias externas y quienes las cuestionan sistemáticamente o directamente tienen una perspectiva irónica sobre todo el proceso. No es casualidad que sean estos dos grupos últimos de usuarios los más irrelevantes en una experiencia catártica colectiva que no se basa en la realidad sino en la necesidad de fabricar cuanto antes una versión virtual de la misma que confirme su manera de pensar sobre la sociedad y el mundo en el que viven. Las consecuencias de esta irresponsable construcción en común de un sujeto antagonista se filtran a los medios de comunicación y nadie se hace responsable. El mismo acto de señalar al otro como posible terrorista crea una serie de refuerzos y refutaciones basadas en datos que ningún lector o participante de la discusión puede confirmar. Las fuerzas de seguridad mientras tanto siguen haciendo su trabajo y la persecución de los culpables está en marcha. La prensa sigue confirmando y desmintiendo informaciones. Los que activamente buscaban la verdad se revelan como lo que verdaderamente son: individuos sin ninguna capacidad para acercarse a explicar lo ocurrido, esperando pasivamente a que se resuelva solo algo que desvela su impotencia para prevenir o encontrar y castigar a los culpables de su hiperactividad web.
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.