La película de terror como contexto idóneo en el que morir… o no. Pero, ¿y si pudiésemos elegir? Una alternativa poco probable que, no obstante, cobra vida en base a esos juegos tradicionales donde escoger es, precisamente, una opción. El juego de ‹Truth or Dare› —o ‹Verdad o reto›, forma por la que lo conocemos por estos lares— surge así como una suerte de reverso tenebroso a partir del que la muerte no sea algo seguro, o sí. Y puestos a establecer este revival cinematográfico de juegos adaptados a una vía más terrorífica, ¿cómo no recordar el mítico ‹Would You Rather…› (o lo que vendría a ser lo mismo, ‹Qué prefieres…›)? Pues parece que David Guy Levy sí lo hizo, mucho antes que esta Verdad o reto que ahora llega a la cartelera, cuando en 2012 su debut Would You Rather nos dejaba con ganas de cualquier cosa menos, obviamente, tomar una elección.
Porque, claro, una cosa es discernir entre dos opciones amables o, dicho de otro modo, pasajeras, cuya implicación puede terminar por ser prácticamente nula en tanto nos encontramos ante un pasatiempo —que, a lo sumo, puede tener algo de gamberro o malintencionado—, y otra muy distinta entre maneras de torturar a alguien y conducirle hacia una muerte, si no segura, probable cuanto menos.
Would You Rather juega —nunca mejor dicho— de este modo en un terreno ante el que pocas opciones más hay que la de decantarse entre distintas opciones; una disyuntiva que cobra un nuevo carácter cuando se trata de dañar a otra persona, por más que sea un completo desconocido y todo se base en decisiones (no) morales que sustenten esa elección. En ese sentido, Guy Levy pronto define a sus personajes —obviemos (como hace el cineasta la mayoría del tiempo) el detonante que hace que la protagonista, Iris, decida participar en un experimento de desconocidas consecuencias— y la barrera entre lo correcto e incorrecto se difumina como un azucarillo. No es que quienes participan de ese juego abanderado por el mítico Jeffrey Combs —que aquí da vida a una suerte de ricachón que se mueve entre lo excéntrico y lo psicopático— no den trascendencia a aquello que pueden significar sus resoluciones —especial y deliciosamente macabro es el personaje interpretado por una Sasha Grey que parece en su salsa—, es más bien que todo queda difuminado por la obligatoriedad de responder, o quedar eliminado del juego —lo que no supone, ni mucho menos, irse de rositas—.
Guy Levy, a sabiendas de que entre elecciones y un poco de sadismo tiene buena parte de la faena hecha, minimiza al máximo los recursos: no hay un trabajo específico en torno a su planificación, y la banda sonora es prácticamente inexistente —sólo se persona cuando el cineasta decide cortar durante unos minutos con el devenir de la partida—. El carácter de todos y cada uno de los individuos encerrados en esa habitación, sirve así como motivo central para establecer, más que patrones de conducta, situaciones que tensen la cuerda más allá de la incomodidad de las propuestas realizadas por el personaje que interpreta Combs. De hecho, Would You Rather no huye en casi ningún momento del juego propuesto, y los escasos subterfugios surgen como modo de destemplar un ambiente que se retuerce por sí solo. Ni siquiera aquello que parecen trampas argumentales —esas elipsis que nos llevan al exterior de la mansión— terminan desviando las miras de Guy Levy, que parece tener meridianamente claro a dónde quiere llegar, y lo logra en una conclusión no exenta de moralina —nuestras decisiones no modifican las del resto—, pero impregnada de una mala leche que contrasta a la perfección con un perverso planteamiento, cuya acción tensora obra por sí solo el efecto deseado en un ejercicio donde pasar un (mal) rato supone una máxima nada desdeñable.
Larga vida a la nueva carne.