Casos como el de En attendant les hirondelles son paradigmáticos de lo nocivo de la cultura de la inmediatez actual. Y es que, a tenor de la reacción en caliente de este servidor al finalizar la película (básicamente salir en estampida mientras se maldice fuertemente lo visto en pantalla), lo más normal era haber construido un texto tan ofensivo como indigerible. Es decir poner en palabras las emociones que la película ha generado. Sin embargo dejar en reposo las imágenes sirve para poner distancia y perspectiva, para procesar, por así decirlo, el contenido y no limitarse a dejarse llevar.
No, no nos engañemos, tampoco es que el film de Karim Moussaoui haya ascendido a niveles de obra maestra, ni tan siquiera de buena película. Sin embargo hay aspectos en ella que resultan cuando menos apreciables y que dotan a un conjunto francamente irregular y fallido en su propósito de un cierto encanto, de aroma a juguete roto al que se le coge cariño.
En attendant les hironelles (por cierto, un título tan bello como magnético y atrayente) se estructura a la manera de clásica historia de vidas cruzadas que, en este caso, funcionan como una carrera de relevos, donde personajes que irrumpen de súbito en una historia toman protagonismo y se deriva hacia otra. Tramas y subtramas que pretenden ofrecer un fresco sobre la Argelia actual con temas que van desde lo personal (la culpa, el ansia de ascenso, el amor imposible) hasta lo global (la miseria, matrimonios concertados, corrupción, Guerra Civil no superada). Un país que se muestra a medio construir en un proceso de modernización interruptus donde se adivina el contraste entre lo natural y lo urbano donde todo parece avanzar en el plano social, aunque lentamente.
En este sentido el film se articula en una estructura muy Robert Altman, aunque falta quizás profundidad y excede en subrayado metafórico, esencialmente en las codas visuales de edificios y carreteras en construcción. Sin embargo, no todo queda ahí. Moussaoui intenta dotar al film de una personalidad más específica. Mediante intermedios musicales que nos remiten al Holy Motors de Carax se intentan apuntalar los cimientos narrativos del film a la vez que puntualizar, de forma desdramatizadora, aspectos concretos de la historia contada.
Si bien estos momentos funcionan tanto por generar sorpresa como por ser posiblemente los momentos más bellos del film, no lo hacen en cuanto su función principal. Así, en lugar de ser la argamasa que solidifica el discurso, se quedan en pasajes aislados que funcionan casi como cortometrajes, pero que inseridos en el largo solo generan confusión y distracción. Como digresiones anecdóticas que rompen la narrativa, dejando una sensación de película con mix divagatorio que no encuentra el tono en ningún momento.
Así pues estamos ante un film curioso, de clara intencionalidad social en su mensaje pero alejándose de las convenciones de dicho subgénero. Un film apreciable en sus pretensiones pero cuya idea se queda a medio camino en puesta en práctica adoleciendo de graves problemas en ritmo y estructura. Una película que demasiado a menudo agota por con confundir lo diáfano con lo reiterativo, y que parece más propia de un debutante amateur (y en este caso sería más que apreciable) que de un director consolidado.