Un día soleado, en un pueblo del sur de España. Una mañana tranquila cualquiera. El Puente Nuevo de Ronda al fondo. Carmen acude a la parroquia ilusionada porque, después de treinta años formando parte de la cofradía, por fin la pueden elegir como hermana mayor. A pesar de todos los apoyos, amigas y admiradores, Ignacio será el nuevo hermano mayor, un recién llegado a la localidad al que se le puede definir por varios adjetivos despectivos que terminan con el sufijo –ista. Fundamentalmente machista, egoísta y arribista. El conflicto entre los dos se hace patente a escasas horas de salir la procesión. Un video viral en el que ella lo amenaza a él, será la comidilla en los corrillos del resto de vecinos. Sobre todo cuando el hermano mayor desaparezca, después de haber visitado a Carmen para resolver sus diferencias.
La ópera prima de Marta Díaz de Lope Díaz supone una sorpresa en la producción reciente de comedias españolas por su sello atemporal, más próximo a una comedia costumbrista o social de los años sesenta. Pero no es el único elemento que la separa del grueso contemporáneo del género aquí. La mayoría de films que han tenido éxito de taquilla o cierta recepción popular en las pantallas durante la última década, recurrieron a estrellas mediáticas, ya fueran humoristas conocidos como Dani Rovira, el elenco de La hora chanante o bien rostros conocidos por series de televisión. Además de ser películas que basaban sus argumentos en noticias actuales, más coyunturales que narrativas. Los ejemplos más recurridos son Ocho apellidos vascos, su secuela, Fuga de cerebros, Ahora o nunca y Perdiendo el norte, todos ellos largometrajes que abordaban consecuencias de la crisis como son la emigración de estudiantes y trabajadores a otros países. También el contraste de costumbres entre distintas comunidades autonómicas. En todos los casos las gracias de esas películas resultaban más adecuadas para un programa de humor —o variedades— televisivo que para la sala de cine.
Mi querida cofradía se sustenta en una reivindicación de la igualdad de mujeres y hombres en la sociedad, pero sin recurrir al panfleto. Tal vez solo como cierto alegato contra el ámbito machista de las cofradías de Semana Santa. Machista, en efecto, porque suele separar las hermandades de hombres y mujeres en una devoción que no debería regirse por razones de sexo, incrementadas en este caso por la visión retrógrada de uno de los malvados de la función, el sacerdote. La directora y coguionista —junto a Zebina Guerra— demuestra su formación en la ESCAC por el sello académico del film, resuelto con profesionalidad, respetuoso con el libreto, adecuado a las necesidades de producción de un presupuesto ajustado. Esta es otra de las características que acercan al film a las producciones de los años sesenta, las mismas que firmaban realizadores como Pedro Lazaga, José María Forqué o Mariano Ozores en sus inicios. Se trata de cintas ejecutadas con solvencia, dominio de la comicidad y sin distracciones respecto a la trama principal. Un cine comercial efectivo, aunque no arriesgado.
La directora demuestra un dominio de la comedia visual mediante transiciones divertidas como las del video del enfrentamiento entre la protagonista y su adversario, que se detiene en seco y se recuadra en la pantalla de un teléfono móvil. De igual manera los momentos más cómicos funcionan mejor por la imagen que por los diálogos. La planificación recurre a la simetría que impone su equilibrio, en alternancia con planos y contraplanos quebrados, más dinámicos, en las conversaciones. El tratamiento audiovisual colabora con el desarrollo de las tramas, aunque algunas secuencias no mantengan la tensión, por ejemplo las del baño que se inunda, que hubieran incrementado los gags, pero se desaprovechan después. Tampoco ayuda la repetición de varios chistes en los diálogos, reiteraciones que ralentizan el ritmo del metraje.
Tal vez el mayor acierto sea la elección de un reparto de actrices y actores de carácter que defienden con integridad sus personajes. Encabezados por Gloria Muñoz en uno de sus escasos papeles protagonistas, con un registro serio que contrasta con la caracterización ligera, más humorística, de un reparto bien secundado por la vecina Carmen Flores; la hija Pepa Aniorte; los amigos cómplices que son Manuel Morón o Rosario Pardo; y el yerno, Joaquín Núñez. Por supuesto destaca la gravedad y chulería que borda Juan Gea como el villano de turno. Se trata de un grupo de intérpretes que tienen sus momentos de lucimiento, sin ser estrellas televisivas ni cinematográficas, pero con el carisma suficiente para resultar simpáticos al espectador.
La comedia resulta suave al final, sin lanzar críticas, sarcasmos ni verter el vitriolo de directores como Berlanga o Fernán Gómez. Por fortuna tampoco utiliza el localismo de forma burda, ni guiños a la actualidad que hagan envejecer demasiado la historia —salvo la llegada de un diputado de la Junta que recuerda a los mal llamados nuevos políticos—. Quizás hubiera sido mejor mantener la acción en la casa de Carmen, escenas que ocupan todo el desarrollo del metraje, porque son las secuencias propias de una comedia de enredo las que generan mayor interés en la situación. Incluso se echa de menos en el tercio final, ese amago de comedia loca que recuerda un poco a Pedro Almodóvar. Pero la realidad es que Mi querida cofradía es una película que puede funcionar para conseguir sonrisas y podría haber arrancado más carcajadas. Lo más probable es que la joven directora realice obras más redondas, tras observar un sello visual y rítmico del tempo para la comedia, que aquí contiene con cierto pudor.
Querido amigo: te agradezco tu crítica y apoyo pero Yo no he intervenido en las películas a las q haces referencia:8 apellidos vascos y catalanes; es Carmen Machi. Y me hubiera gustado pues creo q lo habría hecho muy bien, pero no me dieron la oportunidad. Te agradecería q rectificaras dicha reseña porq estas metido en internet y hay gente q te toma como referencia. Acabo de hacer una
entrevista para canal sur que empieza con tu reseña y con todo el dolor de mi corazón he tenido q corregirle en directo . La última película en la q he intervenido es Mi querida cofradía. ICon estas cosas hay q tener mucho cuidado. Un abrazo. Rosario Pardo
Hola Rosario.
Acabo de releer la reseña y si escribí la referencia a Ocho apellidos vascos pero no la relacioné con usted. Copio aquí el extracto que cita a esa película:
«… Además de ser películas que basaban sus argumentos en noticias actuales, más coyunturales que narrativas. Los ejemplos más recurridos son Ocho apellidos vascos, su secuela, Fuga de cerebros, Ahora o nunca y Perdiendo el norte, todos ellos largometrajes que abordaban consecuencias de la crisis como son la emigración de estudiantes y trabajadores a otros países. También el contraste de costumbres entre distintas comunidades autonómicas…»
El párrafo en el que la cito a usted junto a otras actrices y actores del reparto es este:
«Tal vez el mayor acierto sea la elección de un reparto de actrices y actores de carácter que defienden con integridad sus personajes. Encabezados por Gloria Muñoz en uno de sus escasos papeles protagonistas, con un registro serio que contrasta con la caracterización ligera, más humorística, de un reparto bien secundado por la vecina Carmen Flores; la hija Pepa Aniorte; los amigos cómplices que son Manuel Morón o Rosario Pardo; y el yerno, Joaquín Núñez…»
Lo siento por la confusión que pueda haber originado el texto.
Un cordial saludo.