Hay diferentes maneras de encarar una ruptura sentimental, pero probablemente ninguna tan drástica como la que lleva a cabo Rai; aprovechando el atraco al videoclub que regenta (sí, todavía hay videoclubs que sobreviven a pesar de todas las adversidades), Rai se hace con los mandos de la operación con el objetivo de llamar la atención de Lola, su novia y que a partir de ese día se iba a convertir en prometida, pero que le acaba de anunciar el cese de su relación de manera unilateral. El joven, eso sí, no está solo en su empresa: un grupo de curiosos personajes, entre los que se hallan amigos, conocidos y clientes del pequeño comercio, le acompañarán en esta locura.
Blue Rai es la ópera prima del director valenciano Pedro B. Abreu, un hombre que hasta el momento ha desarrollado un amplio trabajo detrás de las cámaras en cortometrajes, anuncios publicitarios y videoclips. Como apuesta narrativa para su estreno en el largometraje cinematográfico, Abreu utiliza un relato desdoblado: por un lado, las secuencias reales de Rai con un policía que le interroga acerca de su presunto papel en el atraco y, por otro lado, la trama en ‹flash-back› sobre lo que realmente aconteció en el videoclub desde el momento en que Rai pretendía acudir a pedir matrimonio a su novia.
Pese a que la historia posee un punto de partida tan disparatado que puede despertar ciertas esperanzas de encontrar aquí una pequeña joya, pronto se puede comprobar que el guion no será el punto fuerte de Blue Rai. La principal razón de ello probablemente sea la caída al mundo terrenal de esa trama que en un primer momento sorprendía por ser poco común, pero que deviene en una historia bastante típica sobre una ruptura. La negación inicial, la búsqueda de una tercera persona, el último intento por devolver la relación a su estado anterior… Pese a que la idea del atraco no está nada mal como adorno al verdadero quid de la película, pronto se descubre que dicho núcleo argumental carece de profundidad.
Sobre este asunto, hay que mencionar que el ritmo del film tampoco termina de ser el óptimo para mantener el interés en el mismo. Abreu abusa quizá de las escenas de comisaría, pese a que lo verdaderamente relevante se encuentra en aquello que acontece en el videoclub. Más larga todavía se hace la escena protagonizada por youtubers, una larga secuencia que corta definitivamente el ritmo que hasta ese momento Blue Rai podía pensar en rescatar. La caracterización de los personajes, por otro lado, también aparenta en un principio estar más trabajada de lo que finalmente se descubre. A pesar del más que aceptable trabajo de los intérpretes, sus papeles distan de asumir el concepto de originalidad.
Si bien Blue Rai flojea en toda esa parte narrativa, Abreu lo compensa con una multitud de recursos estilísticos que deleitan los sentidos de los espectadores. Utilizando luces vivas, presentando a los personajes uno por uno y con su rótulo, amén de un encuadre y montaje que podrían remitir al cine de Guy Ritchie, la puesta en escena del film se torna en su principal baza de cara a encontrar motivos para animarse a seguir viendo la película. Echando un vistazo al currículum del cineasta, se entiende perfectamente que sus trabajos previos le hayan servido para saber llevar con soltura toda la parte de puesta en escena.
No es que Blue Rai sea una mala película, principalmente porque contiene muchas más dosis de inteligencia técnica y amor por el cine de las que uno se podía esperar; ahí quedan los guiños a films míticos como Tarde de perros, por no hablar de la presencia del videoclub como eje espacial de la trama. Sin embargo, al final de los 69 minutos de obra permanece la sensación de que la historia está al servicio de esos pequeños homenajes y no al revés. En el «debe», también queda el hecho de que la ruptura parezca presentarse como un mero ‹Macguffin› para ir tomando cada minuto mayor protagonismo, pese a no transmitir nada que no se haya visto antes. El debut de Abreu resulta, pues, tan aplaudible en términos de dirección como mejorable en lo que se refiere al guion.