Ya hace tiempo que los grandes festivales de cine ofrecen varias secciones paralelas con el objetivo de dar salida a aquella parte de la producción cinematográfica que ofrece visiones alternativas, nombres menos conocidos y apuestas más arriesgadas. Por una parte, estas secciones sirven para dar a conocer algunos talentos que tendrían muy difícil destacar en una escena dominada por los grandes nombres. Por otra, su exhibición en un gran festival permite a algunas obras la posibilidad de distribución internacional.
Unicórnio (Eduardo Nunes, 2017) es una de esas películas, presentada en la sección Generation 14plus de la Berlinale, una selección de films que muestran un acercamiento a la infancia. Pese a que su filmografía ya cuenta con varias obras, Nunes es un director desconocido, más allá de haber ganado algunos premios en varios festivales. Su película más conocida es seguramente Sudoeste, cuyo profundo blanco y negro obtuvo buena acogida en el IFFR de Rotterdam. Aunque la fotografía de Unicórnio apueste por destacar los colores más vivos, ambos films tienen mucho en común. El acercamiento a la infancia, el rodaje en escenarios rurales y aislados y sobre todo, un formato alargado, más radical incluso que el cinemascope, son los puntos de unión entre las dos películas.
Unicórnio es uno de esos films que parecen querer alejarse de las tramas convencionales, de nociones como personajes, giros o conflictos. En su lugar, la película apuesta por entrar en otra dimensión, más poética y simbólica, en las que ganan importancia cuestiones como la lírica de las imágenes y su capacidad para provocar sensaciones más físicas que mentales en el espectador. Su inspiración, dos historias cortas de la poetisa Hilda Hilst, es toda una declaración de intenciones. Pese a ello, Nunes no renuncia completamente a la trama, o más bien a un marco dramático: María es una niña de 13 años que vive con su madre en una bucólica campiña brasileña. Mientras esperan que su padre regrese (no sabemos de dónde), aparece por allí otro campesino, lo que provoca un cambio en la relación entre la niña y su madre. El film basa su estructura en pequeñas escenas cotidianas entre la madre, la hija y el campesino, interrumpidas por una conversación entre el padre y la niña en una especie de sanatorio mental. Ambos, sentados frente a una pared de azulejos blancos que recuerdan a la superficie de una pantalla de cine, comentan los devenires de los personajes, pero también el carácter de Dios, la muerte o el libre albedrío.
La influencia de cineastas como Béla Tarr y Terrence Malick sobrevuelan una película como Unicórnio, que sin embargo falla en ofrecer ni la profundidad simbólica del primero ni la evocación sensorial del segundo. Se trata de una película excesivamente opaca, algo pretenciosa por momentos, que esconde tras una trama mínima una franca capacidad por ofrecer un cine diferente, pero sin atreverse a realizar una propuesta completamente radical. La película de Nunes nos habla de temas como la relación entre el hombre y la naturaleza, el paso a la adultez de una niña, los celos y la depresión; aunque también es posible que no nos hable de nada de eso, ya que por momentos su total ausencia de transparencia la hace indescifrable en todos los sentidos.