Durante la madrugada trato, una vez más, de leer Fragmentos de un Discurso Amoroso de Rolan Barthes. No he podido terminar hasta ahora más de diez de sus 189 páginas seguidas. Casi me da vergüenza confesarlo… hago otro esfuerzo. Lo intento de nuevo, pero todo ese discurso fragmentado y referenciado, a pesar de interesarme, sobrepasa mis esfuerzos. Entiendo que estas páginas son una gran cosa y deben aportar a las reflexiones sobre el amor una remarcada riqueza, pero difícilmente lo comprendo. Al desistir, cierro el libro y pienso cómo Claire Denis puede haber creado una adaptación de este conjunto de palabras sin una evidente y clara cohesión.
Un beau soleil intérieur no es más que una brillante película inspirada por el relato de Rolan Barthes, construida a partir de la esencia de ese ensayo, la fragmentación. El film acompaña a Isabelle, interpretada por Juliette Binoche, en el camino de la soledad, la frustración y la búsqueda amorosa. Para construir ese paseo la directora hace uso de las conversaciones en espacios interiores, enlazadas por escenas exteriores de transición, seccionando la narración mediante fragmentos unidos con una mínima coherencia cronológica, pero aislados entre ellos. Al unirlos y observar el conjunto, vemos como la luz lo ilumina, recordando al más puro estilo de Hong Sango-Soo.
«Me acostumbré, pues, al aire fresco, inodoro, vivo. Recuerdo todo esto con horror —no puedo dejar de decirlo—, pero esa temperatura espartana contribuyó a crearme una pituitaria quizás demasiado exigente. De acá entonces que me repugna el aire de las habitaciones cerradas, los lugares cerrados en los que hay gente o en los que ha habido gente —el olor agrio que deja la gente—, las personas perfumadas con perfumes dulces y pegajosos. El olor a humo de tabaco enfriado —de humo ya fumado—, de cocina enfriada, de vino ya bebido, me produce como una crispación somática, una protesta de mi biología».
Estas palabras traducidas de Josep Pla impresas en El quadern gris (El cuaderno gris), a pesar de estar alejadas de su origen, alcanzan un sentido interesante al complementarlas con la película en el personaje de Juliette Binoche, en relación a su estado y al vínculo entre cuerpo y espacio. La actriz francesa, gracias a su delicada interpretación, desdibuja un reflejo de la época contemporánea lleno de una multiplicidad de matices. El ambiente cálido en torno al personaje, contrastado con la atmósfera interna y hostil del mismo, permite observar como su intento de encontrar el amor verdadero convierte el espacio interior en aquel lugar asfixiante donde la desorientación resulta evidente a merced de la duda.
En este instante, es evidente como la película (el cine) es el espejo donde se reflejan los espectadores y se sienten identificados. A pesar de ser graciosa y ligera, es lúcida en la forma de abordar las dificultades morales y determinadas por una sociedad estática en relación al amor. Los personajes del film, que aparecen y desparecen produciendo más confusión en la vida de Isabelle, son también las apariciones y desapariciones de ellos en nuestras vidas. Su angustia, nuestra reflexión.
El cine de Claire Denis, narrado en imágenes y menos palabras, realiza un giro y utiliza el lenguaje verbal como herramienta para explicar y generar una coreografía de diálogos. Pero la dialéctica sólo es una excusa para enlazar los momentos. Las palabras traicionan los pensamientos y las acciones de la protagonista, y lo real es subsuelo del lenguaje.
Esas palabras, esos fragmentos, esa búsqueda y ese tedio, son transmitidos por la ya habitual y siempre dulce elegancia de la cámara de la directora francesa y Agnès Godard (directora de fotografía). Juliette Binoche, Claire Denis e Isabelle quieren conseguir, como todos nosotros, Un beau soleil intérieur (Un bonito sol interior).