Parecía un imposible que una película griega en la actualidad pudiese apartar la mirada de la agria situación física y mental de la ciudadanía, no sin antes derribar toda barrera de compromiso y corrección. Una película que no afronte con negrura y espejismos de drama acartonado (hijos directos de las epopeyas griegas representadas en grandes teatros) el ‹wild thing› del lugar.
Pero de aquellos barros… también puede resurgir el clásico suspense. Wednesday 04:45 antepone una fecha y una hora al conflicto. Desde su título augura un punto exacto de la narración en el que algo puede suceder. Un detonante anticipado que parte de un hombre, Stelios Dimitrakopoulos, que cada noche presenta en su club nocturno a un conjunto de jazz que va a tocar en directo. «Hace 17 años, cuando abrí el local me preguntaron si estaba loco» comenta. Pero esa noche es distinta, precede al miércoles y una no puede más que preguntar qué pasará.
Porque Stelios Dimitrakopoulos es un mero espectador de su vida, la de un hombre respetable en su negocio nocturno (el jefe) y desprendido de su familiaridad diurna (el ente). Cerca de Navidad. Con un leve crujido en el sonido en directo que le agobia especialmente. Pero hasta la persona más anodina tiene una luz oculta que brilla distinta a todas las demás.
En la entrada, una luz roja forma la palabra «summer» mientras la azul inflama «town», dos neones a la puerta del local que son una mínima pincelada referencial a la iluminación elegida por Alexis Alexiou en este film que agrava la nocturnidad de los hechos. Las escenas se tiñen de tonalidades verdes, rojas, aprovechando tanto el lugar donde todo se sucede como la alarmante situación. Amarillentas luces halógenas, eclipsantes destellos de vehículos, máquinas de juego y días de sol aciago, son puro artificio para reclamar en pantalla un estado mental.
El dinero como excusa para construir un perfecto castillo de naipes en el que un leve murmullo puede destruir. El protagonista aparece en cada escenario con una desgastada escusa para cada interlocutor, dando pie a que conozcamos a los hombres que manejan sus hilos entre marañas. Alexiou nos enfoca hacia un camino que no parece tener salida, pero aplasta la tensión ante la aparente normalidad de Stelios —el tipo que viste traje, el que sangra malos hábitos, el padre de familia, ese tipo—, postergando la importancia de lo que sucede, sin que sepamos si ya nada le importa o la ignorancia es el referente perfecto para no afrontar un problema. Oh, las maravillas del cerebro humano.
Wednesday 04:45 vive de sus personajes y de la dilatación de la rabia ante el peligro. Sin duda sabe aprovechar esa coyuntura social —la televisión habla de la protestas, aunque parezcan un asunto lejano a lo que entre ellos acontece— sin utilizarla como única excusa para formar el relato. Las distintos empleos de la noche se mezclan en un panorama desconocido para los que habitan el día, creando un ambiente donde el noir se acomoda generando una imagen idílica y actual de mafias y deudores, y fortaleciendo la figura del personaje espejo que ofrece Omer, el extranjero, la furia mal gestionada que cruza con Stelios para implosionar la trama —la primera escena en la que intercambian diálogo es brillante—.
Tal y como los minutos avanzan (un contador nos sitúa en cada momento puntual) los nervios afloran y se ralentiza una leve agonía, para que empecemos a notar en nuestra propia mente el crujido de los altavoces que en un inicio solo podía distinguir Stelios. Se siente un afecto extraño por la integridad del hombre, la valía de la palabra, pero la gran victoria de Wednesday 04:45 es conseguir que el deleite por lo pequeño, el detalle, sea la base. Una película donde se habla de lo importante y nos refugiamos en lo insignificante buscando de cierto orden. Sin duda el thriller le sienta perfectamente al nuevo cine griego.