Shoko Nishimiya cambia de colegio ya empezado el curso de primaria. Al presentarse en el aula y anunciar, indirectamente, que padece de sordera, sus compañeros se quedan perplejos, como si jamás hubieran estado frente a una niña que careciera del sentido del oído. En particular, la nueva alumna llama la atención de Ishida Shoya, un chaval que se aburre en la clase como en la vida y que tratará de divertirse con menosprecios e insultos a Shoko. Como sucede en este tipo de bullying, Ishida no está realmente solo en sus labores de acoso; sus compañeros también participan, por más que su colaboración no se lleve a cabo de un modo tan explícito. Sin embargo, cuando llega el momento de pasar facturas, es el propio Ishida quien recibe todas las culpas por su terrible comportamiento.
El mangaka Yoshitoki Oima fue quien escribió originalmente esta curiosa historia que mezcla varias temáticas en un entorno dramático y con una misma idea como hilo conductor: los humanos podemos cambiar con el paso del tiempo, aunque no sea lo habitual. La encargada de su adaptación al cine ha sido Naoko Yamada, cineasta que hasta el momento había trabajado en el mundo de las series y que dirige con A Silent Voice su primer largometraje fuera de las influencias seriéfilas, ya que previamente había realizado Tamako Love Story y el largo del anime K-ON! Un estreno ciertamente exitoso si contemplamos el resultado final del film, de carácter muy emotivo y sin duda también pedagógico, tanto para jóvenes como adultos.
No es tan sencillo encarar de frente un problema global como es el acoso en las aulas. Por mencionar un ejemplo reciente, lo consiguió Michel Franco en Después de Lucía, aunque la factura y contenido del film mexicano son radicalmente distintos a los de la película que aquí tratamos. En esencia, Yamada no pretende fijarse en la característica más sórdida del bullying, la violencia física y verbal, aunque obviamente debe mencionarla y lo hace con buen resultado (véase la secuencia donde los audífonos de Shoko vuelan a todos sitios). La propuesta de A Silent Voice gira no tanto sobre qué es el bullying o cuáles son sus causas, el primer aspecto por requerir de una profundidad mayor y el segundo porque no tiene realmente una explicación más allá de la debilidad de la víctima en algún sentido. Lo que la cinta nipona trata de poner en relieve es cómo frenar el acoso escolar, una tarea nada sencilla si no sabemos fijarnos en la otra cara de la ecuación: el acosador, generalmente, también tiene algún serio problema en su vida que le motiva a actuar así. Y, en ocasiones, él mismo podrá comprobarlo cuando se intercambie su papel con el de aquella persona a la que un día hizo imposible la existencia.
Sin querer adentrarnos más en un apartado que ya pertenece a la psicología humana, lo cierto es que A Silent Voice sabe caminar a través de los resquicios argumentales que la propia obra se va abriendo, como también es característico en estas producciones japonesas. Pero, a diferencia de otros films de índole más cercana a lo fantástico donde la prospección de estas nuevas vías significa a su vez una mayor complejidad en el guión (pensemos en títulos como La chica que saltaba a través del tiempo o Your Name), en el caso de A Silent Voice simplemente se trata de captar la realidad misma. Al fin y al cabo, se trata de un grupo de personajes adolescentes que todavía están tratando de averiguar cómo pensar y cómo actuar, todo ello en una sociedad como la japonesa donde la falta de comunicación puede llegar a desembocar en intentos de suicidio, aspecto que también refleja A Silent Voice con pleno respeto y naturalidad.
Esa honestidad y falta de cinismo a la hora de tratar el bullying (un problema mucho más complejo de lo parece) son dos de los mayores valores de A Silent Voice a la hora de desarrollar su historia. Por encima de ellas, puesto que no olvidamos que esto es cine de ficción, estaría la gran sensibilidad con la que Yamada nos cuenta este relato, y que provoca no pocos momentos de emoción real. La cineasta nipona ha conseguido combinar esta emotividad con la palpable y creíble evolución en la personalidad de los dos protagonistas, culminando con ello otro notable título de animación japonesa que, fuera de la mágica mano de Ghibli y su entorno de posibles sucesores espirituales (Shinkai, Hosoda) también muestra mucha vida y corazón en su cine.