Dentro de mi muy limitado conocimiento sobre la performance, la figura de Marina Abramovic resalta como una de las figuras más importantes, siempre catalogada como la abuela de dicha práctica. Aunque mi saber sobre ella viene más motivado por sus contactos con el vídeo arte o su participación fílmica (Stories on Human Rights, 2008), la verdad sea dicha.
El documental hace un repaso breve sobre la vida y obra de la artista, pero afortunadamente no se detiene ahí. Buena parte del metraje indaga sobre la retrospectiva que el MOMA (Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York) hizo sobre la artista nacida en Belgrado.
Estamos ante un documental que aúna su intención de abrirse a un público no familiarizado con las performances sin olvidar una mirada algo más “profesional”, aunque considero que la primera opción es la más mostrada. De todas formas, y puede que su valor resida en ello, se trata con suficiente respeto lo mostrado, olvidando el peaje de enseñar algo que al público mayoritario no sabe como mirar con la percepción apropiada (nada de elitismos ni chorradas, yo mismo pertenezco a este grupo). Creo que los creadores de la obra consideran al público potencial lo suficientemente maduro para saltarse cierta metodología (mal llamada) clásica del documental y no tienen miedo en mostrarnos a Marina manos a la obra sin explicaciones chorras o modos infantiles. No hay tutorial, que dirían los colegas del Call Of Duty.
La artista siempre se ha caracterizado por utilizar el cuerpo humano de manera extrema para “dialogar” con el público y así se nos muestra. Habrá quien considere todo lo visionado como una broma de mal gusto de una modernilla seguida a coro por los críticos de turno y lo cierto es que es una opción que incluso en algunas partes de la cinta son mostradas por gente que acude a verla, que como decíamos no saben muy bien como mirar (la educación de la mirada, siempre tan importante) u otros grupos que la atacan desde el punto de vista de “artista vacua y vendida al sistema”. Incluso los devotos y fanáticos en ocasiones actúan de manera harto exagerada. Otro punto a favor. Siendo sin lugar a dudas un filme sobre Marina y su modo de entender el arte no hay una idealización de la misma, se deja que sea el espectador quien juzgue finalmente y reflexione sobre lo visto.
De todas formas lo mejor es como se nos muestra la interacción entre la artista y el público, del cual nos da pistas el título del filme. La performance, y a ver si no la caga mucho, entendido como «acción artística entre el artista y un observador activo», tiene cualidades que escapan al cine u otras expresiones artísticas precisamente por ese guiño entre artista y público activo que ha de tomar parte en la acción e implicarse de manera más directa que por ejemplo el público que observa una película en una sala de cine. Es en esta parte final de la obra donde se alcanzan los mejores momentos.
De la vida y dificultades de Marina en sus primeros tiempos no hay que contar mucho aquí, no se trata de explicar la sinopsis de su vida ni de hacer hincapié en algo que teniendo su importancia para comprender a la artista nos va ser mostrado al inicio de la película, pero se hace un intento sincero de huir de esos documentales que sólo excavan en la superficie del tema y se quedan en la glorificación mediante el material didáctico de su biografía (como, muy a su pesar, le ocurría a la reciente cinta Ralf König, rey de los cómics). El canal Historia ha hecho mucho daño, vaya.
¿Complacerá a los seguidores de la performance? En su mirada sobre la artista y y la gente con la que interactúa en alguna de sus formas, sí. A los no iniciados, si se deciden a darle una oportunidad y a dejar algunos prejuicios aparcados, también.
Cantidad de snobs, cantidad.