En el texto que recientemente publicábamos sobre Alain Resnais y su Je t’aime, je t’aime, incidíamos en su capacidad para generar discurso a través de una arriesgada puesta formal basada en el montaje y en lo temático a través de la repetición exhaustiva de pequeños bucles temporales. Una fórmula destinada a investigar y profundizar sobre el tiempo, el recuerdo, sus causas y consecuencias que, como indicábamos, fue incomprendida en su momento pero que ha tenido impacto e influencia a posteriori.
No sabemos ciertamente si los directores (montadores, guionistas y protagonistas) Justin Benson y Aaron Moorhead visionaron la película de Resnais, pero es evidente que la estructura e incluso ciertos aires temáticos beben directamente del realizador francés. Tan evidente como que The Endless es un film paradigmático de lo que se supone es el cine independiente en su concepto teórico más puro: presupuesto reducido (en este caso exiguo, como atestigua el ‹multitasking› de sus directores) al servicio de un enfoque diferente sobre temáticas no necesariamente originales.
En este caso volvemos al mundo de las sectas, de su capacidad de generar adicción y dependencia, pero también de como esa vivencia una vez estás fuera puede afectar tu visión del mundo, de cómo se automanipula la memoria en busca de un recuerdo más placentero, o al menos no tan doloroso, de la experiencia. Un proceso de bucle mental dónde la única salida aparente es volver al lugar de los hechos y comprobar por uno mismo que había de cierto en todo ello.
Es aquí donde el factor genérico cobra fuerza: utilizando un arco argumental que promete sumergirnos en un drama es a través de su subversión donde nos adentramos en un mundo de paranoia y misterio que poco a poco se va enredando a la par que deshilachando a través precisamente de su plasmación en imágenes y planteando la cuestión clave al respecto: ¿es el bucle algo mental o realmente existe en un plano físico? Benson y Moorhead deciden dar respuesta a tal enigma de forma cada vez más sintética y concisa sin obviar en ningún momento la complejidad del asunto, otorgando así la capacidad de visibilizar y convertir en creíble lo aparentemente producto del trauma producido por lavado mental sectario.
Evidentemente hay factores como la factura visual donde el tema presupuestario se hace evidente pero que, sin embargo, se soluciona de forma imaginativa, buscando un contexto y puesta en escena donde la pobreza de medios quede perfectamente integrada en lo que es un entorno desolado, en un páramo que ya de por sí se presenta tan irreal que consigue que lo increíble pueda acaecer. Sí, The Endless juega perfectamente en la liga del fantástico sin renunciar en ningún momento a una construcción psicológica y dramática de sus personajes de empaque sólido, otorgándose un halo de autenticidad que consigue impactar de improviso y, lo que es más importante, crecer en el imaginario del espectador a posteriori, invitándolo a una reflexión que va más allá del mero goce genérico de su visionado.