De todos los elementos que caracterizan la obra de Faith Akin, hay tres que me gustan especialmente. El primero es la combinación de denuncia social con la presentación y desarrollo de personajes. El racismo, el machismo o los prejuicios raciales son elementos presentes en la mayoría de sus películas, pero la importancia que tienen siempre está supeditada a las vivencias y experiencias de los protagonistas. Contra la pared, por ejemplo, era una crítica social respecto a las pocas posibilidades que tienen determinadas minorías, pero también era la historia de superación de la muerte de un ser querido. Era una denuncia a la opresión que sufren las mujeres frente al dogmatismo religioso de algunas tendencias musulmanas, pero también era una bellísima historia de amor y redención (tema recurrente en la filmografía del director). Del mismo modo, En la sombra nos presenta una serie de acontecimientos más interesados en la evolución de su protagonista que en la propia denuncia; pero esta vez el punto de partida resulta mucho más difícil de separar de cualquier posicionamiento inconformista.
Y este hecho repercute, de forma indirecta, al segundo elemento. Nos encontramos ante la historia de una mujer que debe enfrentarse (anímica, moral e ideológicamente) al desmembramiento de su familia después de que una bomba acabe con la vida de su marido e hijo. Casi sobra decir que, a partir de ahí, todo indicio de lucha que el personaje asuma estará destinado a repercutir directamente en un hecho: tal experiencia es, incuestionablemente, el resultado de una injusticia. Por eso resulta prácticamente imposible asumir esta premisa desde cualquier punto de vista que no sea el de denuncia. De ahí que la película dedique una parte importante de su tiempo a la investigación judicial de los sucesos, poniendo especial atención en las tendencias ideológicas de los presuntos responsables del atentado. En resumen, los personajes de Faith Akin protagonizan historias a partir de las cuales el director se sitúa en una posición u otra. Por eso cada película (y este es el segundo elemento) tiene su propia tesis: la entrega del director a sus personajes es tal que incluso está dispuesto a ceder el protagonismo a la crítica social si así lo requiere la situación.
Estamos, pues, ante un guionista cuyas películas no se dejan llevar por ningún carácter tópico detalle que apreciamos también en el hecho de que sus desenlaces tan pronto pueden tener un final feliz como una resolución trágica. Y lo cierto es que se agradece, sobre todo teniendo en cuenta que, a día de hoy, parce que cualquier pieza artística que no se declare abiertamente pesimista no es digna de aplauso. Una flexibilidad que también está en el campo de la dirección: Faith Akin no tiene reparo en servirse de ciertos recursos propios del cine comercial. Pensemos, por ejemplo, en esta sinergia entre planificación y montaje, tan propia el cine hollywoodiense contemporáneo y que permite a la película explicarse de forma ágil y dinámica. Gracias a este (tercer) elemento, En la sombra se desvincula completamente de cualquier tipo de pretensión innecesaria: lejos del exhibicionismo y del lucimiento autoral, la prioridad (centrados ahora en el campo de la dirección) es el buen desarrollo y entendimiento de los hechos.