Cuando iba a la universidad —hace más de diez años… y menos también— solía coger el metro cada mañana de lunes a viernes y, en lo que duraba cada trayecto matutino, a menudo coincidía en los vagones con un chico que convivía con algún tipo de discapacidad intelectual. Con el tiempo se hizo cada vez más famoso entre la gente de esa línea y, en un momento dado, se convirtió definitivamente en la persona más popular de la hora punta de un sentido. ¿Por qué? Básicamente porque, desde que entraba, se dedicaba a pasear de punta a punta y dar la mano a los demás viajeros (te la daba o la chocaba… nunca quedaba muy claro, porque a veces hasta se enfadaba si no posicionabas los dedos como él bien consideraba), generando en sus semejantes miedo, primero, y sonrisas, después, cuando se daban cuenta de que no era un simple desconocido, sino alguien inocente que sólo quería saludar. O eso creímos muchos durante demasiado tiempo. Un día, comentando esta anécdota diaria con un compañero de clase, este aseguró que, mientras con una mano chocaba la de los viajeros, con la otra se frotaba el pene, como si existiera algún tipo de relación entre una mano y la otra, al conectarse con la de un segundo ser humano.
Interesante mente humana, ¿no? Capaz de considerarse como discapacidad intelectual, por alguna razón que alguien más sabio sabrá, pero al mismo demostrando una gran picaresca o determinación hacia algo un poco más concreto que lo elemental. Un chascarrillo, nada más, pero que el día a día convierte en un acto imborrable en muchos, y que hace que me pregunte qué será de él. Como si ese aprendizaje de unos años hubiera sido un reflejo de la realidad pasada, de todas esas décadas en las que a los discapacitados se les mantenía mucho más apartados de la sociedad, siendo incluso abandonados o cuidados a su manera por la familia, dejándolos a su aire, probablemente criando pequeñas crías de grajilla en la España profunda.
Pues bien, después de esta introducción sin demasiado sentido, hoy vengo a hablaros de petanca. El gran olvidado de nuestra generación. El deporte rey de Suecia (aparentemente). Justo cuando creía que nadie superaría a los japoneses a la hora de centrarse en una nimiedad y convencernos de que es importante —véase el anime sobre el pan (…cago en sus muertos)—, queriendo saber si los protagonistas se convertirán en los mejores en lo suyo, llega un país europeo y produce una película centrada en la petanca y la inclusión que esta genera. Y te llenan una hora y media con eso tan a gusto.
La petanca que, por otra parte, puede que sea uno de los juegos más aburridos del mundo, mucho más exitoso hace una década que ahora, al menos públicamente. Y sin embargo en The Giant (Jätten) no sólo es el verdadero protagonista de una película que lucha por tener un poco de interés, es que además tiene muy buena mano. Digamos que sabe colocar muy bien las bolas en su sitio.
Mejor lo dejo, porque sólo hay algo más lamentable que una película sobre petanca: intentar hacer un símil al respecto.
En fin. Decía el hermano de Berto Romero que lo único que puedes esperar de un tonto es que te haga daño. Entonces llega esta película sobre petanca y prácticamente en su primera escena muestra a un tipo lanzando una bola de petanca a la cabeza del protagonista. Pero ¿y quién no es tonto? Es difícil delimitar. Pobre protagonista, la verdad, porque como espectador te llevas un buen susto en el momento. Pero al mismo tiempo no te dejas de reír, pensando en si aunque ponga que es un drama en todas partes, tal vez es comedia.
En definitiva, decía Paco Calavera que, inventando sus palabras literales, llegará el día en el que de tanto cambiar el lenguaje, a los diversos funcionales se les acabará llamando superhéroes. Ojalá. Mientras tanto, no puedo dejar de imaginar a Captain Sweden, conocido personaje de Internet y de los memes, usando las bolas de petanca como arma predilecta contra sus enemigos equipados con bolas de voleibol.
¡¿Pero cuántas veces puede golpearse en la cabeza ese pobre hombre?!
¿Me he metido alguna mierda buena, o es el director el que le ha dado fuerte a algo que no debía? Todavía no sé qué acabo de ver, como para saber lo que os acabo de escribir.