La satisfacción de conocer el sentido de la vida por un módico precio. $9.99 es el valor que le da Tatia Rosenthal (a través de las historias del escritor Etgar Keret) a la mayor búsqueda del ser humano. Por $9.99 se conservará de por vida la satisfacción y la serenidad de conocer las claves de nuestra felicidad. Por un folleto publicitario, una llamada y un intercambio de dinero (el coste del transporte va incluido), un libro aparecerá en tus manos y los problemas tendrán una perspectiva completamente diferente. Tan sencillo parece y tan dispuestos estamos a complicarlo.
La esencia vital se debate alrededor de un edificio donde los vecinos tienen sus propios problemas que poco a poco se ven acrecentados por sus neuras. Está claro que la gente , en general, y bajo el amparo acobijado de su hogar, está loca. O así clasificamos a todo el mundo. La locura es una excusa más para ser absolutos desconocidos y esto nos devuelve a los problemas propios y las neurosis varias. El ciclo de la vida así no parece tan complicado.
En uno de esos estilosos y toscos escenarios, esta vez ambientado en la ciudad de Sidney, discurre la esencia de una película trazada en ‹stop motion› donde el peso pesado a destacar es el guión, que no tiene trampa alguna, sólo disertaciones con un humor negro característico y cómplice que nos deja ver el verdadero significado de buscarse a uno mismo y encontrar el punto en el que decir «joder, estoy a gusto con mis tonterías y mis decisiones, ya me podéis dejar en paz». Remarcable lo de estupidez supina porque las elecciones más absurdas son las que salvan la personalidad de cada uno.
Entre conversaciones que desatan perplejidad y te hacen dudar si los textos surgen de alguna película indie de cuando el estilo americano era lo más o si capta alguna sustancia desconocida (para mí) de lo que hacen en Israel. Son livianos los actos, un muchacho decide pedir el libro que promete por 9,99 dólares las mejores respuestas y a partir de aquí se van concatenando las historias que tienen para contar todos aquellos con los que se cruza de los estilos más variopintos, pero que siempre se traducen en un «yo y mi lugar en el mundo» con el «yo» delante aunque venga estimulada por otros esta situación. Y con variopintos me refiero a excentricidades curiosas y aceptaciones de hechos insólitos como algo de cada día. Así algo liviano se convierte en un aparente estruja-cerebros donde todas las historias se mezclan por alguna razón y dan una visión de su santo grial, sin la necesidad de escuchar todo lo que el muchacho ha descubierto con suma facilidad pudiendo llegar a los más potentes extremos, tal vez cagarla, y entonces decidir si todo va bien o es mejor nadar como delfines.
Más allá de un libro mágico, se trata de llevar al límite cualquier historia gracias a la sombra del hecho a mano que supone el método elegido para reafirmar la locura, con cierta fealdad que da realismo y con la enjundia de unos primeros minutos con una historia tramposa y razonable al mismo tiempo que te enganchan para ver cuan “torcuatos” son los hombres o te repudiará para ocuparte de tus cosas.
Es una reflexión abierta y sin miramientos a la hora de dar respuestas que nos da para las risas internas y aporta frescura en este mundo fabricado sólo para adultos. La fantasía radica en la literalidad y todos deducen que el sentido poco tiene que ver con la vida y mucho con el modo de sentir.