Una madre desesperada acude a su última oportunidad en la entidad bancaria que podría resolver sus problemas de una vez por todas. Pero el destino es caprichoso y los giros del mismo siempre nos pueden llevar a una nueva concepción… y a otras formas de afrontar una cuestión semejante. Algo que atañe tanto a Raquel, el personaje interpretado por Emma Suárez, como a un relato en el que, como buena película de atracos, nada es lo que parece.
El factor sorpresa es, en este caso, la gran baza de un subgénero en el que, desde el momento que los protagonistas —y, por ende, el espectador— empiezan a encontrar callejones sin salida, se activan variables capaces de desmontar cualquier teoría probable o, en su defecto, de hacer cavilar al público en busca de las salidas oportunas. 70 binladens entabla tal juego y lo hace a través de una composición de figuras a la que el libreto escrito a seis manos sabe sacarle todo el jugo posible, aludiendo a esa sorpresa construida gracias a la omisión o a recursos suficientemente prácticos como para obtener vías alternativas que se sientan factibles lejos de si acertamos o no en nuestras pesquisas.
Descrito de este modo, bien se podría pensar que el nuevo trabajo de Koldo Serra se aferra a lo manido y ya visto como forma de ejecutar el ejercicio que tiene entre manos, y si bien es cierto que esto en parte es así —resulta muy difícil, por no decir imposible, evitar los cánones del género a estas alturas— el cineasta vizcaino sabe llevar las cosas a un terreno propio, tal y como ya lograba en su debut —aunque claro, el thriller rural, sea de ‹rednecks› yankis o patrios, a poca reinterpretación se presta—.
70 binladens es un trabajo que, dejando de lado sus cualidades técnicas —Serra aprovecha de manera adecuada los espacios donde se arma su propuesta, llegando a generar incluso momentos de una tesión bien administrada, que sin necesidad de alcanzar grandes picos, desempeña su función con suficiencia—, compone una audaz radiografía que en ningún momento se siente forzada o presa de una circunstancia, y se desenvuelve al ritmo de una trama que va realizando sus avances mientras comprendemos que esa España casposa y categórica sigue ahí, en cada rincón de la obra, hasta en los instantes más inesperados e improcedentes.
El tejido sobre el que arma Serra su film, contrasta con las maneras de un relato que no para de trazar caminos paralelos con tal de seguir tanteando las vías de escape necesarias. Una decisión esta, que partiría el tono de 70 binladens, pero resiste en torno a la figura de una Emma Suárez que se convierte en dueña de la función, y lo hace asiendo uno de esos papeles que maneja como nadie; con carácter, con personalidad; un rol que en manos de otro actor bien podría haber marrado las posibilidades tanto del mismo como del conjunto, pero la madrileña asume como pieza esencial de una película a la que otorga congruencia.
Ha tenido que pasar más de una década —y proyectos, desafortunadamente, abandonados a su suerte— desde que uno de esos cineastas de género al que no pocos queríamos volver a ver en activo en su campo, haya tenido una nueva ocasión, y lo cierto es que 70 binladens se siente incluso mejor de lo esperado: lejos de ese thriller blando y acomodado en estereotipos hollywoodienses, encauza un disfrutable ejercicio que, por más vueltas que dé —que las da, incluso a riesgo de perder en el camino lo conseguido y rebajar un tanto las expectativas generadas—, posee la notoria capacidad de tener al espectador jugando al ratón y al gato ante un talento que necesita continuar avanzando sí o sí en estas lides.
Larga vida a la nueva carne.