Cuando en 1995 se estrenó Before Sunrise, de Richard Linklater, no existía todavía Whatsapp, ni Instagram, ni Tinder, ni los vuelos low cost ni (prácticamente) el cine digital. En cambio, ya existían los trenes, las autocaravanas, las conversaciones, la juventud y el enamoramiento.
303, la nueva película del alemán Hans Weingartner (The Edukators, Die Summe meiner einzelnen), es un canto nostálgico a la (o a su) juventud, una película que, 25 años después, se refleja en la famosa obra de Linklater.
Jule (Mala Emde) y Jan (Anton Spieker) son dos jóvenes estudiantes de 24 años de camino hacia la península ibérica por razones diversas. Ella está embarazada y va al encuentro de su novio, estudiante de doctorado en Portugal. Él busca conocer a su padre biológico, trabajador de un astillero en Bilbao. Por casualidad, los dos acaban compartiendo autocaravana y viaje por media Europa. Por el camino, los dos jóvenes se irán conociendo y enamorando a través de largas conversaciones sobre el amor, la sociedad, el sexo y la familia. Pese a estar rodada en 2018, todo parece de 1995: las conversaciones, la ausencia casi total de tecnología digital e incluso la autocaravana en la que viajan. En un momento del film, Jule se queja a Jan de que la charla que mantienen es muy años 90, pequeño guiño, seguramente inconsciente, sobre el propio anacronismo del film.
Weingartner tira de los temas que han caracterizado la mayor parte de su carrera cinematográfica: la juventud, el conflicto individual-social y el enamoramiento. Como en The Edukators (con la que 303 comparte incluso el nombre de sus protagonistas), las largas conversaciones destilan un cierto idealismo adolescente, pero a diferencia de aquélla, el formato road-trip de 303 ayuda a reforzar una idea de evolución, de personajes que van creciendo, de agradable verano en el que el espectador desearía quedarse.
303 es una película anacrónica, sí, pero no hay nada malo en ello. Hacer una película que se sitúe fuera de tiempo de manera prácticamente antinatural puede hacernos pensar sobre nuestro tiempo y sobre el pasado, tanto a nivel social como individual. Si bien el film de Weingartner es anacrónico cuando nos habla de una juventud que ya no existe (o al menos no así), es atemporal cuando se fija en el proceso de enamorarse. El fuego lento con el que el director cocina la relación entre los dos protagonistas, unido al buen hacer de los intérpretes, logra crear esa atmósfera de tiempo estrechado, de impaciente paciencia, que caracteriza los momentos de enamoramiento.
Para que una película basada en largas conversaciones sobre temas profundos no sea un bodrio pedante es necesario no sólo saber escribir, sino también controlar la puesta en escena y el montaje, y por supuesto, contar con actores y actrices en estado de gracia. Linklater puede hacerlo, Weingartner, solo en parte. Quizás el problema es que se trata ésta de una película que no mancha, que no logra hacer pensar desde otros lugares más allá de lo explícito. Ver 303 es como comerse un cucurucho de helado de una sola bola, refrescante por momentos, fácil de comer y que funciona como un catalizador de nostalgia, pero al mismo tiempo nada especial, excesivamente azucarado y redundante en su sabor único.