Con el estreno esta semana de Kick-Ass 2: Con un par aprovechamos para rescatar otro film de superheroes un tanto particulares. Se trata de Super (James Gunn, 2010), film increíblemente inédito en las pantallas españolas a nivel comercial (solo se vió en festivales) y que solo se ha distribuido, y casi clandestinamente, en formato DVD.
Super parte de la misma premisa que Kick-Ass o incluso que Defendor (Peter Stebbings, 2009). ¿Qué pasa cuando un hombre corriente del mundo real decide transformarse en superhéroe? Sin embargo, Super juega en un liga distinta, ya que bordea el territorio de la realidad visitada por el filtro de la crítica ácida hacia ciertos valores del conservadurismo americano.
Evidentemente que la temática heroíca está presente, pero no deja de ser un recurso más que el tema principal. El traje, y lo que conlleva es el disparador de situaciones cómicas por su surrealismo pero que, en el fondo, no son más que el reflejo patético de una sociedad que se cae a pedazos. No en vano la historia narrada no deja de ser patética, un marginado decide combatir la injusticia y rescatar a su mujer de las garras de un narcotraficante no por creer en la bondad sino porque Dios se lo ordena.
A partir de aquí el film pivota sobre la autoreferencialidad del mundo de los superhéroes y sus códigos y como estos acaban por afectar a la persona y a su entorno pero desde una perspectica absolutamente «trash». Aquí no hay gente guapa, buenos perfectos o malos atractivos. Se trata de un mundo que dista mucho de la estilización y que se acerca más a una crónica urbana de John Waters o Todd Solondz. Es por ello que el tono es desesperado. Reímos ante las cafradas y salvajadas violentas que pueblan el metraje, pero en el fondo nos reímos con un mezcla de conmisceración por el patetismo de las actitudes y soluciones que adornan el comportamiento de los personajes y también, porque no decirlo, sentimos una cierta envidia ante el nihilismo salvaje del que se hace gala en algunas escenas.
No obstante James Gunn no pretende que nos quedemos solo con la imagen de lo grotesco sino que estira hasta lo absurdo ciertas situaciones, denuncia si se quiere la poca flexibilidad de la moral conservadora y ofrece una lucha de bien contra el mal sin matices, donde el bien es puro e integro aún amparándose en la más demencial de las violencias y el mal es aquello donde cabe todo lo que atente contra los valores cristianos, incluyendo el sexo pre-matrimonial o colarse en la cola del cine, se ponen a la misma altura que el secuestro y el tráfico de drogas y por tanto todo ello merece ser castigado por la llave inglesa del protagonista.
Por ello Super más que una película de superhéroes, es una historia sobre los antihéroes. Una película que nos habla de los descastados, los marginados y su intento de ofrecernos lecciones morales cuando lo único que hacen buscar la forma de llamar la atención al precio que sea. Super es un film cafre, divertido en su superficie, pero contiene un profundo poso de amargura. Un film que presenta a sus protagonistas como títieres de sus traumas y actitudes y por tanto sin capacidad real de autocrítica. Algo que funciona a un nivel casi Bressoniano, permitiendo a los espectadores rellenar esos huecos empáticos que dejan los personajes, haciendo que podamos sentir simpatía por el infantilismo del protagonista y a la vez repulsión por sus actos descerebrados. Super es el recuerdo de la fiesta el día posterior. Sabes que te has divertido pero maldita sea la resaca que te ha causado.