«Para vencer al hombre de la paz
y acallar su voz modesta y taladrante
tuvieron que empujar el terror hasta el abismo.»
Mario Benedetti/ Daniel Viglietti. Salvador Allende. Por todo Chile
A través de estos versos hablaremos del primer largometraje de la directora chilena Manuela Martelli. Después de dirigir varios cortometrajes como Apnea o Marea de tierra y su larga trayectoria como actriz, la artista ha sido galardonada con el premio a la Mejor Opera Prima del Festival de Cine de Londres por 1976. A partir de la historia de Carmen, quien acude a la costa para examinar la remodelación de su casa, la directora nos describe la manera de vivir durante la dictadura de Pinochet. Lo más importante, quizás, de esta obra artística es lo que no aparece explícitamente en ella. Estas líneas pretenden hablar sobre eso mismo, a la vez de ser una invitación a su lectura. Esto no será una crítica al uso, porque para reseñar una obra como la de Martelli, uno debería dominar mucho más la sociología de la dictadura chilena. Igualmente, el largometraje nos sitúa dentro de unos lugares comunes mediante los cuales es fácil sentir este miedo que habita en cada uno de los “ciudadanos”.
He iniciado con una cita de una canción dedicada a Salvador Allende y no es casualidad. La película es lenta y, al mismo tiempo, tensa. Al principio del largometraje aparece un caso de brutalidad policial y silencio cómplice que va a servir de contrapunto de la historia de Carmen. La sociedad vive en un silencio roto. Dicho en otras palabras, existe un miedo latente a expresarse libremente. El ritmo de la película viene dado expresamente por esta incomodidad social que la directora, a mi parecer, quiere plasmar. Esto se ve especialmente en el apartado sonoro, donde predomina una melodía estresante. Un estrés que choca con la lentitud con la que se desarrolla la trama. No pasa nada, pero los habitantes tienen miedo. Hay una escena que detalla un control policial que expresa a la perfección el sentimiento que deseo plasmar en estas líneas.
He de reconocer que es una apuesta muy valiente. Ante un panorama artístico que se decanta por la premura, la acción y los giros constantes en la trama, Martelli juega de una forma muy atrevida con la pausa y el silencio. Un silencio, a la vez, atormentado. Igual que vivimos en España, sobre todo en los años 40, el silencio pavoroso es una condena. A través del castigo ejemplar, que describe Foucault en Vigilar y dastigar, un buen porcentaje de la población bebe del miedo y prefiere guardar silencio. Y no tienen la culpa de ello. Sin embargo, personas como Carmen, interpretada magistralmente por Aline Küppenheim, van más allá y tratan de aportar su grano de arena para luchar contra el régimen.
Por todo esto, os invito a ver 1976. No es un largometraje rápido, sino que está cocinado a fuego lento. Tampoco quiere ser una historia detallada de la represión de Pinochet, pero sí que analiza el miedo que sufrieron muchas personas en su día a día bajo la vigilancia estricta de un poder dictatorial. La película, dentro de sus posibilidades, cumple con los objetivos propuestos y sirve para ofrecer al espectador esta parte de la historia que tantas veces ha sido ninguneada.