Esta cinta estonia comienza en Cross of Iron (La Cruz de hierro, 1977, Sam Peckinpah) y acaba en The Broken Lullaby (Remordimiento, 1932, Ernst Lubitsch).
Hay un pasaje de un libro que leí hace mucho que viene a mi memoria en los primeros compases de la cinta estonia que dirige Elmo Nüganen. El fragmento decía así que la Segunda Guerra Mundial seguía viéndose como un mundo dividido en dos bandos, o tres incluso, pero jamás explicado como una enorme guerra civil, que salvo la excepción del Reino Unido, todos los países sufrieron en sus carnes.
Y es que la Segunda Guerra Mundial, a parte de ser una guerra entre el nazismo, el comunismo y los aliados, fue una guerra entre franceses contra franceses, italianos contra italianos, checos contra checos y así con todos los países, estados o incluso regiones de Europa.
De entre todo este caos que no debemos olvidar (había más franceses enrolados en el ejercito de Vichy que en la resistencia, ejem), Estonia tiene un lugar destacado al igual que sus vecinos bálticos por la doble invasión que sufrió, primero de Rusia y luego de Alemania, con desmadres por todas partes que desembocó en un auténtico trauma nacional y donde mucha gente acabó eligiendo bandera más por el odio al bando contrario que otra cosa. ¿Los rusos deportaron a tu familia a Siberia y confiscaron casas? Me voy con los alemanes. ¿Los alemanes invadieron tu hogar y se aliaron con el nacionalismo patrio para machacar a cualquier cosa que huela a izquierda? Me voy con los rusos.
Tal vez lo mejor de una película como 1944 es explicar toda la anterior parrafada de manera magistral mientras nos recuerda que la guerra es una mierda. Pero no se detiene ahí, hay mucho más que contar.
El inicio de la cinta comienza en unas trincheras donde los soldados estonios repelen al enemigo comunista como buenamente pueden. Primer detalle que comentar; es incomprensible como se le exige al género de terror que se reinvente cada tres semanas y que sea autoconsciente de si mismo para evitar clichés y seguimos perdonando al género bélico no ya lugares comunes, si no formulas estúpidas; me refiero a esos eternos enemigos idiotas que vienen en línea recta y que caen como moscas. Diría más, es uno de los síntomas más claros del cine (anti)bélico europeo, que tiene sus propios lugares comunes. Un cine (anti)bélico que se caracteriza en muchas ocasiones en recordarnos que sí, que la guerra es una mierda, pero oye, los chicos de mi país lo dieron todo en la Segunda Guerra Mundial, que siempre salen yankis y nosotros también participamos, ¿eh?, pero a parte de eso, la guerra es una mierda.
Afortunadamente en la película 1944 se consigue evitar algunos ya cansinos clichés bélicos; aquí nadie dice una frase que huele a «me van a pegar un tiro en dos segundos y por eso me quito el casco» para a continuación… ¡sorpresa! un francotirador le pega un tiro en la cabeza para consternación de todo el mundo salvo del espectador. Es más, cuando ocurre (obvio que ocurre), pilla desprevenido y queda una escena memorable.
Tal vez sus escenas de batalla no sean las más logradas y realistas. Afortunadamente las intenciones de sus responsables no van por ahí, por mucho que resulten correctas con algunos detalles en determinados momentos, normalmente apoyadas más en consideraciones éticas o de incomodidad moral que en retratar la batalla de manera “epicamente-realista” al estilo de Salvar al Soldado Ryan.
Bueno, nuestros protagonistas son unos soldados estonios enrolados en el ejercito alemán que luchan contra los rusos y hace ya tiempo que entienden que su bando es, como mínimo, un bando que no es bueno. Hubo un reparto de cartas, descartaron la menos mala y ahora juegan con una mano marcada por la inminente muerte; están atrapados y totalmente desmotivados, los ideales de Hitler les queda tan lejos como De Gea del Madrid. Y empatizamos con ese grupo de hombres que nos es mostrado en su faceta humana con unas simple pinceladas.
Hay un momento en el que deben recuperar una trinchera que ha sido tomada por los rusos y se encuentran a unos noruegos desperdigados que defienden una posición, también enrolados en el ejercito alemán. Y es que otra de las intenciones de sus responsables es mostrarnos a ese ejercito alemán como un enorme Erasmus de hombres venidos de todas partes de los territorios ocupados. Casi se podría decir que ese ejercito, siempre mostrado ario por las películas que vienen de los Estados Unidos, funcionaba como una Unión Europea con decenas de idiomas y banderas. Recuerden, olvídense de la Segunda Guerra Mundial “sólo” como un enfrentamiento no ya entre buenos y malos, o bandos “nacionales”; salvo americanos y los países de aliados del Reino Unido, todos lucharon contra los suyos, en especial en el Este, que los soviéticos nunca fueron mucho de «paz, piedad y perdón», como dijo nuestro Manuel Azaña.
De hecho, nuestros chicos estonios se retiran de su posición y acaban enfrentándose con otros estonios, enrolados en el ejercito soviético, que también era otro Erasmus andante.
Antes de eso observamos otro de los detalles que el cine bélico ambientado en la Segunda Guerra Mundial suele obviar; las masas humanas desplazadas y machacadas por todos, en una secuencia bien planteada y resuelta con avión ruso disparando a los civiles y a todo lo que se mueva.
Entonces, cuando llevamos casi una hora de película se producen una serie de giros de guión que llegan a aturdir por la cantidad de nueva información que aportan en apenas unos minutos. El primero de ellos está bastante bien llevado y conlleva una serie de reflexiones que apuntaré luego, pero desde luego no es mi misión destripar lo poco que de argumento tiene la obra.
Basta decir la parte bélica deja de tener tanta importancia narrativa y nos centramos ahora en ese otro grupo de estonios que luchan en el bando soviético a su llegada a la capital (o lo que queda de ella) del país.
Las conclusiones apuntalan todas las ideas que se habían vertido en la primera parte, pero en el resultado final también sobrevuela cierta intencionalidad patriota que a mi me tira un poco para atrás.
A parte de la miseria de la guerra, de poco consistente moralmente que resulta cualquiera de los bandos y las atrocidades cometido por todos, hay también un reclamo patriótico a la unidad de Estonia, donde se deja entre ver que ninguno de los bandos era el correcto, más bien una idea de un cierto nacionalismo casi estonio.
De todas formas esta conclusión no estropea una buena película, llena de pequeños momentos bien llevados que despuntan por todo el metraje, con un correcto manejo de las escenas bélicas, que aunque no pasarán a la historia, son lo suficientemente amargas moral y éticamente como para hacer una cinta antibélica disfrutable, llena de ideas que suelen dejarse en el tintero, siempre preocupado en desdibujar el blanco y negro de los chavales vestido de uniforme que matan y mueren entre ellos, por mucho que haya un negro y un blanco más global, pues al fin y al cabo no se trata de suavizar el nazismo o el estalinismo.
Tal vez una solución formal enfocada en los dos protagonistas del relato siguiendo sus vivencias y penurias y olvidar de explicar lo que sucede a su alrededor hubiera conseguido ese caos e incertidumbre que todos los relatos en primera persona en la guerra tienen (me refiero a esos planos generales, cambio de punto de vista constante y todas las demás soluciones visuales a los que nos tiene acostumbrado el cine bélico clásico donde el espectador por momento ve más un documental de una batalla que seguir a un soldado que recibe órdenes y apenas puede comprender lo que sucede) y que se le echa en falta, pero 1944 es como decía una buena propuesta, donde sus aciertos superan ampliamente a sus defectos y acaba por ser un salto de gigante en un director, Elmo Nüganen, que anteriormente nos había obsequiado otra cinta bélica y patriotica sobre la independencia de su país más maniqueista, Nimed marmortahvlil (Nombres de Mármol, 2002).
Hay que darle una oportunidad.
El comentario es bueno, y sólo quiero hacer una puntualización a favor de la película, respecto a esos rusos que en las batallas actúan como «idiotas que vienen en linea recta y caen como moscas». Un amigo mío estuvo en Rusia en el 42 y el 43, de turismo con la División Azul, y muríó en 2013 con pesadillas de rusos que venían en linea recta y morían como moscas. En suma, que es cierto que los rusos carecían de un entrenamiento táctico básico y se limitaban a aplastar al enemigo por pura superioridad de medios y hombres. Y lo conseguían en muchas ocasiones, porque la pesadilla de mi amigo terminaba cuando se acababa la munición y se despertaba sudando.
Un saludo.
Hola buenas Felipe. Mi comentario no invalida la película, a la que defiendo con entusiasmo, aunque tengo una sensación adquirida tras muchas películas bélicas clásicas, donde los malos siempre atacan de frente y sufriendo una barbaridad de bajas (aparentemente) innecesarias.
Dicho lo cual, todo lo que dices tiene pinta de ser cierto, no lo pongo en duda, sobre todo sabiendo como era ese ejercito y el altísimo número de bajas que sufrió. Pero en fin, 1944 es una cinta muy estimulante con unas cuantas ideas brillantes que no necesita subrayar. Me gusta su sencillez a la hora de hablar de una guerra donde podías encontrarte nacionalidades de todas partes en cualquiera de los bandos, y donde a esas alturas de la contienda, más de uno se preguntaba como había acabado a ese lado de la trinchera y no en el de enfrente.
Saludos.
No es que los malos ataquen siempre de frente, ASI ERA, la película solo refleja como era, películas de guerras anteriores, guerra civil en USA, la guerras en Europa están basadas en testimonios y así era! Ahora las películas hollywoodenses muestran «heroes» corriendo en zigzag zag sin que las miles de balas disparadas contra ellos los toquen, esos es que esperas? Has visto la película Rusa «Ven y Mira» ahí hay escenas donde los soldados rusos corren en zigzag zag porque van contra y entre los tanques! Anyway está es solo mi opinión!