Si hay algo que catapultó a Eli Roth a ser uno de los llamados ‹enfant terrible› del cine de terror moderno es su incesante ímpetu reivindicador hacia el espíritu transgresor y visceral del terror de antaño. Como bien se demostraría en sus primeras películas, Roth ha asentado unas filias cinéfilas que lo emparentan, al igual que a otros compañeros de generación, como uno de esos directores que parecen anteponer su condición de infatigable espectador de cine de género que la de realizador afín a él, lo cual le ha hecho en más de una ocasión que se le catalogue como un ferviente seguidor del cada vez más reivindicado cine de género italiano. En esta corriente resulta especialmente destacable la enfermiza Holocausto Caníbal, quizá más por su polémica anexa que por sus también presentes baluartes artísticos, cinta que de manera auto-confesa ha sido la principal influencia de Roth para esta The Green Inferno, aprovechando la ocasión para rescatar del olvido a ese subgénero de explotación transalpino protagonizado por antropófagos mortíferos.
El subgénero caníbal empleaba unas frondosas localizaciones selváticas para mostrar los instintos primigenios de un grupos de indígenas, en un retrato del horror que aprovechándose del impacto visual del gore conformaba el choque cultural entre el urbanita y su confianza ante el terreno rural, vicisitud bajo la que se mostraba una violencia proveniente de los más bajos instintos. Lecturas paralelas del cine caníbal italiano pretendían mostrar el despertar del lado más salvaje del ser humano, quien posteriormente recibiría una especie de justicia poética cuando los caníbales dieran rienda suelta a su poco valor por la vida ajena. Básicamente esta es la premisa esencial que Eli Roth pretende desarrollar para su The Green Inferno (epíteto usurpado de una falsa secuela de Holocausto Caníbal), ubicando en esta ocasión a un grupo de jóvenes activistas, quienes emprenden un viaje a las Amazonas para protestar y luchar contra una destrucción de parte de la selva por los siempre demonizados motivos industriales. Quien conozca los derroteros habituales del subgénero caníbal no se sorprenderá en demasía con el desarrollo de The Green Inferno, en un primer acto donde bajo un ritmo bien medido se pretende ubicar al espectador en la localización, con una gran presencia de los planos generales que bajo una cuidada fotografía de notable valor cromático, pretende realizar un dibujo de los terrenos selváticos bastante embaucador. A este respecto, el trabajo fotográfico de la película es altamente destacable, donde el verde de la selva goza de un poderío y nitidez muy remarcables que se contraponen con los tonos rojos de las pinturas caníbales, y posteriormente de la obligada explosión de hemoglobina. Aún dentro de un calado algo más convencional de los clásicos caníbales italianos (sabiamente, además, se obvia la utilización del ya desgastado formato found footage de Holocausto Caníbal, por una narración convencional), la potencia visual del film es uno de sus principales aciertos aunque lo alejen del aspecto de cine de guerrilla de las añejas películas de Deodato, Lenzi y derivados.
En un siguiente acto Roth continúa con el esquema básico del subgénero mostrando las costumbres locales de los indígenas, que incluirán los inevitables actos de violencia cometidos contra los jóvenes. Es en este capítulo de la narración donde vemos al Roth más desatado y visceral, con varios momentos extremos que sí parecen querer rescatar la índole más salvaje del cine caníbal italiano. Aunque su violencia pueda pecar de excesiva plasticidad, cabe mencionar que el director no duda en mostrar contenido explícito justo cuando él cree que la película lo necesita, en sus habituales pautas de exposición de lo retorcido sin hacer que el film enloquezca. Lamentablemente, las torturas y el sadismo hacia los urbanitas confluyen en unos visuales efectos especiales clásicos que, sobreexpuestos, se amoldarán con un CGI que tornará las escenas en algo mucho más artificioso. A este respecto, dentro de la pretendida espectacularidad cruel hacia la escena del horror, The Green Inferno puede conseguir una indiferencia impropia del cine del director, ya que en ese conjunto de secuencias encontramos uno de los principales reclamos del film.
A pesar de que la película logra cautivar en su plano estético y narrativo, quizá encontremos en su tercer acto su segmento menos acertado, por gozar el film de un calado mucho más convencional respecto a las anteriores películas del director (aquellas mucho más afines al american gothic que inspiraba Cabin Fever, o el pretendido encarnizado espectáculo violento que confabulaba Hostel) así como de una imprevista importancia a un toque cómico que en ningún momento se disfruta como apropiado, quizá debito esto a la influencia de los habituales partenaires chilenos de Roth en sus últimos productos, con quienes escribe el libreto. Aún así, y aunque su conclusión se perciba como previsible, The Green Inferno se mantiene dentro de sus principales particularidades atada de manera confesa a las lecturas paralelas del cine de caníbales italiano, con ciertos enfrentamientos morales entre el grupo de protagonistas y su agitadora subversión del terreno ajeno que acabará por tornarse en su contra. En conclusión se podría afirmar que Eli Roth consigue un producto que en gran parte triunfa a la hora de considerarse un producto reivindicador con un subgénero bastante desconocido para el gran público, aunque el empleo de la visceralidad hacia la mirada de un terror primitivo (principal arma artística de aquellas películas) sea menos oficiosa de lo esperado.