The Elusive Summer of ’68 (Goran Paskaljević)

 

Varljivo leto ’68 o The Elusive Summer of  ’68 es una de las mejores películas del cineasta serbio Goran Paskaljević. También es una de las más personales (él mismo estaba en Praga estudiando cine en aquella época y vivió de primera mano las esperanzas y la posterior represión, incluso en carne propia, ya que las autoridades le censurarían varios trabajos), aunque el libreto no sea de él. Una comedia llena de momentos divertidos y escenas para el recuerdo con un trasfondo político acompañado del despertar amoroso de un joven serbio en ese verano del 68, donde, como escribió alguien, seguramente un francés, el mundo se detuvo durante un segundo. Y luego siguió girando más deprisa y más cruel que nunca.

Petar es un adolescente terminando la secundaria que súbitamente muestra interés en la asignatura de marxismo para alegría de su padre, un autoritario hombre alérgico al cambio. Lo que su progenitor no sabe, es que este súbito interés se debe más a la hermosa profesora que a la aburrida asignatura, por lo que el sueño del padre de tener un hijo integrado en el partido se esfuma al descubrir que el bueno de Petar ha suspendido la dichosa materia.

Lo que sigue es el verano, las vacaciones de la familia de Petar y el viaje a la vida adulta que sufre nuestro protagonista en medio de un cambio generacional y político que se respira en el ambiente… ¡Es el verano de 1968! Los hippies, las drogas, las protestas estudiantiles, los barbudos y las ideas revolucionarias han cruzado el telón de acero y se han instalado en los dos países menos rígidos dentro del socialismo, Yugoslavia y Checoslovaquía, donde un presidente ha declarado algo llamado «socialismo de rostro humano» y legalizado la prensa libre entre otras locuras. Pronto las protestan llegan también a Yugoslavia, para disgusto del padre de Petar, que asustado, prohíbe la tele en casa para que la familia no pueda saber qué ocurre en el exterior. Un padre que por momentos parece la figura opresora del titismo: bonachón, preocupado y sufridor que no entiende a sus hijos ni los cambios que acechan al país, alérgico a las libertades pero cuidándose siempre de ser más paternalista que cruel dictador.

Así que el verano no se presenta nada prometedor para nuestro Petar, que es despedido de cada trabajo porque tiene la cabeza en otra parte. Y esa otra parte son las chicas. Petar se enamora de cualquier mujer que se cruza por su camino, mientras su padre sigue llevándose disgustos entre la hija menor simpatizante de los manifestantes, el hijo pequeño que lo protesta todo, una mujer que no lo entiende y un abuelo que parece ser el confidente del nieto. Sí, las riendas de la familia se le escapan de las manos al pobre, interpretado por Danilo ‘Bata’ Stojkovic, uno de los actores más reconocidos del cine de Yugoslavia y que cultivó su imagen como la del rostro del régimen por parte de muchos de los cineastas que metieron el dedo en la llaga en los años 80.

En una primera parte desternillante donde el joven Petar va de mujer en mujer siempre llevándose chascos y enfrentándose a su padre, mientras deambula en una ciudad de provincias alejada de la capital entre trabajos que su padre le procura y él se afana en estropear en cada falda que encuentra. Pero estamos en verano y nuestro prota es adolescente, así que siempre puede surgir el milagro. Y así sucede cuando después suspirar por todas las chicas de la ciudad y de chocar con su padre en todo momento por fin decide darse cuenta de la presencia de una joven checoslovaca que está de gira con su banda en Yugoslavia como parte de la nueva política del país vecino (la escena de presentación, con ella tocando los platillos mirando al chico y este abatido pidiendo consejos amorosos al abuelo resulta genial. ¡Imbécil! ¡detrás de ti!). Y la chica resulta un soplo de aire fresco. Lo cierto es que Petar podría caer mal al espectador, pero está pincelado como un joven risueño sin maldad y lleno de amor que resulta irresistible para quien visiona la cinta, provocando con su actitud un sin fin de situaciones disparatadas, como aquella que ocurre en la panadería donde entra a trabajar.

Así que el verano pasa entre divertidas anécdotas familiares, viajes a la playa, barbudos y manifestantes, chicas en minifalda, un padre escondiendo el televisor para evitar “un baño de sangre” y el primer romance de Petar, feliz por encontrar lo que la estúpida asignatura de marxismo y su padre nunca le dieron. Y por el camino los barbudos serbios se afeitan y dejan las protestas. Al director serbio no le hace falta nada más para criticar a esos universitarios que tras protestar varios meses aceptaron las palabras vacías del líder Tito y volvieron a casa. Esa misma generación que 10 años después estaban haciendo las maletas y largándose a otros países para buscarse la vida ante la falta de futuro que ofrecía un estado con una burocracia infernal y unos jóvenes sobre cualificados sin opciones.

Desgraciadamente, el verano del 68 acabo súbitamente el 20 de Agosto. Ese día la URSS decidió que ya estaba bien de cachondeo, y envió junto sus aliados del Pacto de Varsovia  200.000 soldados y miles de tanques a Checoslovaquia. Ese experimento llamado socialismo de rostro humano quedó enterrado. Se volvieron a prohibir los partidos políticos, la prensa volvió a ser silenciada y la incipiente libertad fue de nuevo enterrada.

Petar, ese joven chico que suspendió marxismo, saborea ese alocado verano donde todo era posible sin saber que había fecha de caducidad. Y finalmente, despierta en la vida adulta y sus sinsabores. Y sin poder despedirse.

Ya sólo le queda soñar con ese hermoso verano del 68 y esa canción con eterno baile.

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