El 26 de abril de 1986 explotó el reactor nº 4 de la planta Nuclear de Chernóbil, dejando un radio de 25 kilómetros de radiación toxica. El gobierno realizo una evacuación forzada de toda la población en riesgo. La zona fue vallada y vigilada de forma que nadie pudiera volver a entrar. Las personas evacuadas perdieron el hogar y las tierras donde pasaron gran parte de sus vidas. Un documental realizado por Holly Morris (directora y escritora que ha realizado diferentes trabajos sobe las vidas de mujeres en condiciones de riesgo) y Anne Bogart.
Una obra donde se retrata a varias mujeres de avanzada edad que han recuperado su hogar dentro de la zona de exclusión, a pesar del peligro que supone para su salud. Se calcula que aproximadamente unas 200 personas viven allí actualmente, de forma extraoficial, en su mayoría mujeres. Después de 30 años de la explosión, viven en una aparente normalidad cultivando y recolectando alimentos con grandes dosis de radiación, como lo hacían, antes del desastre nuclear. Conscientes del peligro, asumen la radiación contad de no tener que volver a abandonar sus hogares. Entre otras cosas Morris y Bogart plasman el apego a las raíces y al lugar de origen de estas mujeres que se vieron obligadas a abandonar su hogar, para años más tarde volver decididas a no marcharse ni a punta de pistola.
Una historia única la de estas mujeres que después de haber vivido un presente lleno de conflictos, quieren disfrutar de estos años en la mayor tranquilidad posible, en su hogar alejadas de los coches y el ruido de la ciudad. En ocasiones, se cuestionan si acaso, no viven más contaminados en las ciudades con el humo de los coches, los pesticidas y demás productos tóxicos de las sociedades modernas. Estas mujeres han hecho de la valla una línea que separa el presente y del pasado, como si dentro de la zona, el tiempo se hubiera congelado tras la explosión viviendo igual que cuando eran jóvenes, aisladas del presente y su tecnología.
El documental acompaña a los profesionales que visitan la zona y que con asiduidad visitan a las abuelas (babushkas en ruso) para ver cómo se encuentran y si necesitan algo. Explican que se les dejo vivir allí, porque suponían que la edad acabaría antes con ellas que la radiación. Aunque muchas comienzan a verse afectadas por el cáncer de tiroides que es el único, donde se ha podido demostrar una influencia de la radiación. Un lugar aislado en el planeta, de extremada belleza y rica vegetación, aunque es una miel envenenada. Pero para las abuelas es preferible el veneno, a seguir viviendo separadas de su miel.
Paralelamente a la historia de las abuelas, vemos una especie de moda o ritual que ha surgido en Rusia, a raíz de un videojuego «S.T.A.L.K.E.R: Shadow of Chernobyl» un shooter en primera persona que se desarrolla en la zona de exclusión. Esto ha llevado, al parecer, a muchos jóvenes a necesitar vivir esta experiencia de forma real y se han adentrado con uniformes militares y una GoPro en la zona para descubrir sus rincones, beber de su agua y disfrutar de la radiación. Según cuentan, la policía detiene semanalmente a 3 o 4 grupos que intentan adentrarse en la zona.
La contraposición entre las mujeres que se enfrentan a la radiación para recuperar su lugar, aunque esto les cueste la vida y el grupo de jóvenes que pone en riesgo su salud motivados por un videojuego y por la necesidad de adrenalina. Una línea imaginaría que vuelve a separar el presente del pasado, unas abuelas que buscan la paz, que no tuvieron, dentro de la zona y unos jóvenes que buscan una situación bélica y adentrarse en el peligro. Dos generaciones muy distintas, que tienen un encuentro casual en los límites del cerco, que rodea la central nuclear de Chernóbil.