¿Qué hacemos con Maisie? empieza como una modesta película de sello independiente, perteneciente a un colectivo de films claramente reconocibles (tanto formal como argumentalmente). Un colectivo, de hecho, casi clasificable como género en sí. Y es que el perfil del equipo creativo formado por los dos directores Scott McGehee y David Siegel (responsables de esta cinta) presenta claras similitudes con otros dúos cinematográficos, también pertenecientes a este “movimiento”. Claros ejemplos son los hermanos belgas Dardenne, o incluso los norteamericanos y algo más convencionales (que no por ello peores) hermanos Duplass. En ambos ejemplos encontramos autores de estilo minimalista, interesados en un marco social muy determinado: la familia. De modo que, hasta cierto punto, la propuesta de la película que nos ocupa no representa nada nuevo, si bien cabe decir que contiene determinados elementos muy interesantes. Uno de ellos es, sin duda, la interpretación de los actores, tan contenida como convincente.
De hecho, tampoco es ninguna novedad el que Julianne Moore nos obsequie con una maravillosa interpretación. Como en casi todos sus papeles, la actriz de Carolina del Norte sobrepasa con creces su condición de estrella para ofrecernos un trabajo pulido y creíble. Gracias a ello, su personaje puede situarse cómodamente en un terreno muy alejado al de la interpretación convencional, lugar donde hay espacio para personas que uno identifica entre su lista de conocidos. Lo mismo sucede con Steve Coogan, quien no tiene ningún problema en dejar a un lado su faceta cómica para perfilar un personaje tan despreciable como creíble. El brillante trabajo de ambos actores se ve potenciado por la fluida dirección de McGehee y Siegel, quienes (en un primer momento) nos presentan una narrativa desenfadada pero firme, que convierte la pantalla en una especie de ventana a través de la cual uno contempla acontecimientos del mundo real. Este es, de hecho, el punto fuerte de la película: la presentación de un conjunto de personajes muy bien perfilados, a través de los cuales se dibuja una situación cotidiana, interesante gracias a su inquietante credibilidad.
Pero desafortunadamente, la película no va mucho más allá. Las situaciones perfiladas quedan en una simple propuesta y el devenir de los hechos se convierte en pura monotonía. Casi se podría decir que es justo en el momento en que se empieza a sentir interés por lo planteado cuando el guión parece atascarse, para acabar divagando de un lado a otro sin saber como resolver todo lo expuesto. ¿Qué hacemos con Maisie? acaba por transmitir la sensación de que los directores han intentado sugerir un desenlace propenso a la alegoría, pero su apuesta naufraga en un inmenso mar de metáforas en donde toda interpretación es aceptable (y ninguna de ellas interesante). De este modo, McGehee y Siegel abandonan el mencionado sello independiente para entrar en un terreno que roza lo experimental, dejando abiertos demasiados cabos y dando por supuesto que el espectador imaginará mucho más de lo que se le puede pedir. Como resultado tenemos una película provista de un arranque considerablemente interesante y de una segunda mitad caótica y poco convincente.