En la era de las redes sociales la identidad se construye a partir de la actividad de nuestros datos e interacciones en plataformas con información que nosotros mismos proveemos voluntariamente. Pero una identidad es más que eso. Y las poderosas interacciones virtuales son equivalentes y sustitutivas hoy en día a las que mantenemos directamente. En Profile, la nueva película de Timur Bekmambetov, una periodista de investigación utiliza Facebook como herramienta para hacerse pasar por una musulmana conversa y así captar la atención de reclutadores de ISIS. Basado en la investigación relatada en el libro de la periodista francesa Anna Erelle sobre el proceso de reclutamiento de mujeres jóvenes por parte del Estado Islámico como combatientes, esposas o esclavas sexuales, Profile se narra de manera íntegra a partir de la pantalla del ordenador de la protagonista. La búsqueda de información, la contextualización social e informativa, sus comunicaciones con colegas y superiores del trabajo, el uso de herramientas online para fabricar y reafirmar su tapadera y la progresiva creación de una relación de confianza con el reclutador que la intenta convencer de las bondades de Siria y seducirla son todo partes de un teatro digital en el que ambos ocultan sus verdaderas intenciones bajo falsas promesas.
Sin llegar al imponente ejercicio de estilo que supuso Open Windows (Nacho Vigalondo, 2014), el film sí que acierta a proponer formalmente la pantalla —del ordenador, del teléfono móvil— como centro de comunicaciones y socialización por excelencia del siglo XXI. Los equívocos, el juego con los contenidos que se acceden y comparten mediante videoconferencia o redes sociales, la degradación de la relación con su propia pareja se hace cada vez mayor mientras la percepción de peligro se intensifica al acercarse al momento de conocer cómo llevan a las jóvenes que captan hasta Oriente Próximo sin que nadie perciba nada extraño en su entorno familiar o social. La facilidad para comprobar la autenticidad o falsedad de datos extraídos de las conversaciones grabadas y trasladar ese conocimiento al mundo físico en cuestión de segundos pone a prueba la minuciosidad de la investigación y ayuda a configurar una tensión siempre presente, salpicada por pequeños detalles humorísticos y combinada con el horror de la posición dogmática de los terroristas y sus aparentemente gloriosas pretensiones para con su lucha y la violencia cotidiana que establece su modo de vida.
En todo el recorrido de la protagonista por acercarse a la verdad de los objetivos y el funcionamiento del reclutamiento, la barrera entre su persona y el personaje creado para el engaño acaba por difuminarse puntualmente, mostrando esa ambigüedad inherente a las relaciones humanas. Cuanto más se acerca y se cree la narrativa del reclutador, más descuidos e información concreta puede desvelar cuál es la dimensión real de su persona. Sin embargo, al margen de un par de momentos, el film de Bekmambetov desaprovecha las inmensas posibilidades de la desorientación que emerge y la confusión de su identidad, dejando de lado la posible exploración de esa humanización del terrorista —que podría aportar una aproximación política poliédrica que se alejara de estereotipos y permitiera profundizar en las dudas que fomenta su propia narración sobre uno y otro— y las dudas de la periodista, que por momentos surgen de manera excesivamente forzada. Profile deja de lado eso para centrarse en el thriller, provocar sorpresas con giros inesperados, relatar la falta de escrúpulos de los medios de comunicación en el tratamiento de cuestiones tan delicadas y el fácil acceso y distribución de propaganda y redes de estas organizaciones a través de Internet. Todo sin dejar de recordarnos que el verdadero enemigo es el miedo y la única forma de vencer a los que quieren que vivamos atemorizadas es conocerles y enfrentarse cara a cara a ellos y sus propósitos.
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.