Minúsculos, la vida privada de los insectos es una serie de animación francesa que se lleva emitiendo en el país galo desde 2006 (en España es el canal Clan quien se ha encargado de difundirla) y cuya principal característica es la de representar entornos animados en escenarios reales de la Francia rural, como las zonas naturales de la región de Provenza. Asimismo, Minúsculos destaca por la ausencia total de diálogos en sus capítulos, sirviéndose únicamente de imágenes y sonido para representar la vida de diferentes grupos de insectos, los cuales ostentan características muy variadas pero tienen un indudable nexo común: el tono cómico que hace reír a los pequeños y, al menos, sonreír a los adultos.
Ahora, sus creadores Thomas Szabo y Hélène Giraud han acometido la tarea de llevar a la pantalla grande toda la idiosincrasia de la mencionada producción. Minúsculos: El valle de las hormigas perdidas funciona, sin embargo, de manera independiente respecto de la ficción televisiva, por lo que no hace falta conocimiento previo alguno para disfrutar de la película. La protagonista es una mariquita que se separa de su grupo y tiene que vivir diversas aventuras en la inmensidad de un paraje provenzal, donde se encontrará con otros insectos de las más variadas especies; por encima de todas ellas, alcanzan protagonismo dos grupos gigantes de hormigas, las negras y las rojas, que se ven envueltas en una guerra donde sólo puede sobrevivir una especie.
Desde el principio se deja claro que estamos ante la típica película de aventuras, con todo lo que ello conlleva: persecuciones, maniobras imposibles, momentos de tensión que se solucionan en el último suspiro, amistad y enemistad a partes iguales, buenos demasiado buenos, malos muy malos y, enmarcando a todo lo anterior, unos escenarios que atraen a la vista del espectador y sintonizan perfectamente con lo que quiere transmitir la cinta.
Sin embargo, la agilidad narrativa no es tan óptima como para que la historia consiga enganchar de principio a fin. Los momentos de impasse llegan a superar a los más climáticos, aunque éstos son de gran categoría (como todo el trayecto a través del riachuelo). Para ser una película que, en teoría, va destinada primordialmente a la infancia, el ritmo puede ser un obstáculo para que las carcajadas fluyan con total naturalidad. Dicho de otra manera, exige quizá demasiado a los niños y no ofrece tanto a los adultos como otros filmes de animación de carácter más maduro. Eso sí, nada tienen que ver en este asunto la ausencia de diálogos; sería casi imposible pensar que esta obra se hubiese llevado a cabo con voces reales, ya que no sólo perdería su propia esencia, sino que también dilapidaría los muchos momentos humorísticos que encierra.
El mérito audiovisual de Minúsculos ya era indiscutible en su formato televisivo, por lo que en la pantalla grande se antoja casi colosal. Basta con echar un vistazo a vídeos sobre la producción del largometraje para descubrir todo el trabajo que lleva detrás. El dato es evidente: de episodios que, con suerte, apenas sobrepasaban los 5 minutos, hemos pasado a una película de 82 minutos de duración. Y, paradójicamente, ahí encontramos uno de los motivos por los que la obra no llega a encandilar; da la sensación, por momentos, de que estamos ante pequeños capítulos de 5 minutos pegados unos detrás de otros hasta alcanzar la casi hora y media de película. Siempre suena a canallada decir que una película se sobrepasa en su metraje, más aún cuando está muy por debajo de los estándares habituales como en este caso, pero realmente aquí se habría agradecido más condensación en la historia para que ésta resultara más ágil y gratificante en su conjunto.
No obstante, Minúsculos: El valle de las hormigas perdidas arroja más momentos divertidos que monótonos, convirtiéndose en una interesante propuesta para pasar el rato en familia. Técnicamente soberbia, en pantalla grande se disfruta mucho más de los vastos escenarios que en cualquiera de los episodios televisivos y también permite apreciar con mayor detalle los modelados de los personajes, de una calidad que ni siquiera un principio de entomofobia impediría valorar. Lástima que el guión no haya terminado de acompañar a su gran valor audiovisual, porque esta película se habría merecido acompañar a un cine de animación que en Francia ha alcanzado un nivel más que óptimo durante estos últimos años.