El esperadísimo segundo trabajo en el largometraje de Carlos Vermut no hace más que ahondar en el universo propio demostrado en su anterior trabajo (Diamond Flash, 2011), auténtica sorpresa para quien escribe. Su cineasta sigue abogando por un oscuro cuento moral con unos personajes atrapados que no pueden más que destruir o ser destruidos, con acciones que siempre tienen más recorrido del aparentemente inicial. Nadie está a salvo de convertirse, a su modo, en el lobo feroz.
Con una premisa sencilla pero efectiva, van apareciendo unos personajes que en muchos casos son descritos en sus relaciones con un vago pasado del que tan sólo podemos insinuarlo. De igual manera su cineasta construye un relato con varios momentos donde será el espectador quien tendrá que ir rellenando los huecos que faltan. El efecto es que en cierto punto de la película no tenemos más pistas de lo que va a suceder a continuación, dejándonos expectantes y donde nunca se cumplen los deseos de los personajes ni los del observador moral que resulta ser el espectador. Una trama separada por diferentes segmentos donde el protagonismo va mutando de personajes, un toque seco y unos caracteres trazados a la perfección acaban por convertir Magical Girl en una de las mejores y más estimulantes propuestas de la temporada.
La historia se inicia con un profesor (también acabará con otro profesor) en paro que intenta desesperadamente llevar a cabo el sueño de su hija, enferma sin posibilidades ya de cura, que anhela el traje completo con accesorio incluido de una Magical Girl. Para quien no esté familiarizado con este subgénero nipón del manga o el anime, habría que recordar la mítica Sailor Moon (1992), Sakura, cazadora de cartas (1998) o sus versiones modernas del género como La princesa Tutu (2002), donde se revisa y juega a deconstruir los clichés. Precisamente en estas nuevas versiones podríamos situar a los personajes donde, a modo simple y sencillo, no acaban como por alcanzar su situación establecida de antemano de arquetipos. Se rebelan ante ello.
Claro que de igual manera podríamos analizar la cinta del cineasta como un cuento clásico infantil con personajes que de igual manera huyen de su final preestablecido. Un lobo feroz abocado a su pesar a chantajear a una caperucita destructora y manipuladora con un leñador que actúa de fiel esbirro. Pero sería harto simple adjudicar a los tres personajes principales estos adjetivos, ya que nadie está libre de culpa y el gris oscuro que caracterizan sus acciones también esconde unas motivaciones netamente humanas.
Intentar escribir de manera más o menos coherente sobre una cinta como Magical Girl se hace una misión compleja, ya que su cineasta lleva ya dos películas dejándome en estado de confusión y aturdimiento. No logro pillar todos sus matices ni la delicada construcción de personajes, aunque me atrapa con sus historias donde nunca se sabe que va a suceder a continuación, con unos protagonistas de andar por casa barnizados con géneros que al cine español se le han resistido durante mucho tiempo o que directamente no se esperaba encontrar. No hay nadie ahora mismo en nuestro país con un universo siquiera parecido al del cineasta Carlos Vermut, que saca petroleo tanto de nuestra sociedad como de un collage al que podríamos catalogar de foráneo sin caer el exceso pop de algunas propuestas de casa.
Magical Girl es una cinta tenebrosa donde se dan de la mano a la perfección ese bar de barrio de toda la vida tan español y tan castizo junto con elementos de las Magical Girls. Donde de manera harto interesante hay resquicios para descubrir el horror en muchas insinuaciones que se hacen a lo largo del metraje y un sin fin de lecturas que se pueden sacar de la obra. Donde cada escena crea otra escena de manera orgánica y los constantes giros de guión destruyen nuestra mirada anterior sobre todo lo que acontece.
Resumiendo, Magical Girl es cojonuda y será una de esas cintas de las que se hablará largo y tendido.