Las hijas de Abril (Michel Franco)

En Después de Lucia (2012) Michel Franco afrontaba de manera directa, moderna y brutal como autor la problemática del acoso escolar con la especificad de la experiencia femenina y las connotaciones machistas del fenómeno, aunque sin explorarlos en profundidad. Ahora en Las hijas de Abril regresa a una historia protagonizada completamente por mujeres con una reafirmación en estructura, pero con una mayor comprensión de su propio estilo y herramientas dramáticas. Emma Suárez es Abril, una mujer española que regresa a casa de sus hijas Clara y Valeria en Puerto Vallarta cuando esta última se queda embarazada con tan sólo 17 años. La distante relación de una madre ausente con sus hijas ya imprime una extraña atmósfera desde el comienzo que sólo evolucionará a peor cuando sus intenciones de ayudar con la crianza de su futura nieta vayan más allá de lo apropiado, convencida de que su hija no podrá cuidar bien del bebé.

«La mano que mece la cuna es la mano que domina el mundo». Con un contundente desarrollo, la cinta de Michel Franco lleva su narración hasta el límite de la verosimilitud, pero encontrando por el camino una medida progresión en cada escena, manejando una tensión a cada paso más perturbadora. Pero también con una seguridad admirable de una historia que intenta desenvolver despojándose de cualquier tipo de simbolismo que ensucie su propuesta. El uso de las elipsis, la concisión de sus secuencias, un montaje preciso apoyado en una dirección mucho más estilizada y hábil principalmente en la gestión del espacio con los movimientos de la cámara muestran en Las hijas de Abril un compromiso total con la idea del director, guionista y montador. El fuera de campo viene a ser una parte fundamental para obligar al espectador a conocer a sus personajes exclusivamente a partir de sus acciones y diálogos y así intensificar esa idea tanto de falta de confianza de las hijas hacia su madre y el cuestionamiento de las motivaciones de todos ellos por parte del espectador.

Muchas preguntas quedan sin respuesta y multitud de indicios pueden servir para completar el rompecabezas que supone Abril a priori. ¿Es la risa de una madre avergonzada la que suena cuando escucha a su hija tener sexo con su novio en la habitación de al lado? ¿O es la de una adulta con traumas de su infancia que no ha podido superar? La película de Curtis Hanson The Hand That Rocks the Cradle (La mano que mece la cuna, 1992) podría ocupar un puesto de honor en sus antecedentes como referente. En aquella la amenaza a la maternidad y la invasión del hogar se configuraba como un thriller espectáculo típico del Hollywood de los noventa, con grandes giros de guión al servicio del puro ‹shock› y una explicación detallada de las razones por las que ocurría todo en pantalla. Y aunque temáticamente conectan de manera innegable, la nueva obra de Michel Franco huye de esos tics para situarse en una posición diametralmente opuesta en intenciones, consiguiendo ser mucho más aterradora desde una cotidianidad que se siente próxima y tangible.

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