La piel fría (Xavier Gens)

Una adaptación cinematográfica de un éxito literario siempre conlleva un riesgo asociado: el de la comparación inevitable. Siempre habrá quién eche en falta cosas del libro, el que encuentre que no se ha profundizado lo suficiente o, sencillamente despachará la película con aquello tan lapidario y simple de «el libro era mejor». En el fondo estamos ante un problema de lenguaje(s), de la difícil traslación de la letra impresa a la imagen, en la obligación, o presión si se quiere, que muchos directores sienten a la hora de adaptar intentando ser lo más fieles posibles al texto para no defraudar al lector que, por curiosidad, quiere ver que han hecho con su libro favorito.

Sí, estamos ante un problema general de ausencia de libertad o inventiva, y eso es exactamente lo que le sucede a Xavier Gens en su adaptación de La piel fría (La pell freda) de Albert Sánchez-Piñol. Gens podría parecer el director adecuado para esta empresa ya que, no en vano, es un realizador competente (aunque un tanto rutinario) en cuanto a cuestiones genéricas se refiere pero, paradójicamente es precisamente esto es lo que juega en contra en dicha adaptación, su focalización exclusiva en el género dejando de lado los aspectos psicológicos, el subtexto subyacente a la historia adaptada.

Sí, en La Pell Freda hay monstruos, batallas, ciencia ficción, sexualidad mórbida y espacio para el terror pero sobre todo hay un tratado sobre la soledad, las difíciles relaciones entre seres humanos y por ende la aún más difícil relación que se establece frente al diferente, al extraño, a la compulsión instintiva, fácilmente confundida con el odio, de separarse y considerar enemigo al diferente. Temas todos ellos que Xavier Gens despacha con una superficialidad tan hiriente como intencionada. Se nota que su interés es crear una obra de ficción genérica pura, donde el horror se define solo por su adscripción al subgénero ‹survival›.

No hay que negar que en cuanto a factura, desarrollo y narración estamos ante una obra compacta, tanto que peca excesivamente de planicie, de rutina. Una vez sentadas las bases asistimos a una suerte de videojuego ‹tower defense›, donde vemos sucesivas oleadas de monstruos intentando ser repelidas por todos los medios (precarios) por dos humanos. Una dinámica salpimentada en sus intermedios por una exploración parca de las motivaciones que tienen los protagonistas, sus odios y sus pasiones. Unos intermedios tan ineficaces en profundidad como en su utilidad para explicar el desarrollo de eventos y decisiones que quedan deslavazados e incongruentes a tenor de lo visto.

Xavier Gens firma pues una obra que se queda a medias en todos los aspectos, que no consigue nunca ser espectacular en su concepción de las batallas ni profunda en la exploración del significado íntimo de lo que supone ser humano y relacionarse con otras criaturas diferentes (sean humanas o no). En el fondo esa es el gran punto de débil de La piel fría, que lo que es un tratado sobre el alma humana acaba siendo un film que precisamente carece de ella y se limita a ser un mata-mata con pretensiones tan limitadas como ineficaces.

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