Todo hacía presagiar el desastre antes de asistir al pase de prensa. Remake en forma de película de animación de uno de esos dibujitos animados, como se llamaban en el milenio anterior en España, de nuestra infancia. Una cinta sobre la Abeja Maya. ¿Había algo que esperar de una propuesta como esa?
Y sin embargo el filme no es la cosa espantosa que podía esperarse. Tal vez le falte ritmo, sobren minutos y todo suene a ya visto anteriormente, pero los peques no familiarizados con la amiga Maya pueden disfrutar de su proyección y flipar con los colores. No obstante, a toda película se le exige algo más que bonitos colorines. Y apenas ofrece algo más que eso. Sí, sus valores naturalistas están ahí y su moralina final hará las delicias de quien opine que exterminar al contrario está mal, pero vaya, diría que eso ya lo sabemos.
La abeja Maya siempre fue una hippie con una sexualidad ambigua que se juntaba con un saltamontes vagabundo y se pasaba el día de fiesta en vez de estar en la colmena trabajando (como una esclava). Hago memoria y he de admitir que la cinta australiana engloba en su metraje toda la historia de la serie, recuperando a los personajes más emblemáticos y volviendo con algunas de las subtramas de la serie, en concreto al enfrentamiento entre abejas y avispas.
Todo se resume en un paseo agradable enseñando valores básicos a su público potencial y se hace llevadero para los mayores. No obstante, como decía, se le exige más a cualquier obra cinematográfica, por muy modesta que sean sus objetivos. Y es que La Abeja Maya. La película puede considerarse como un film que no se asoma al desastre en ningún momento, pero tampoco corre ningún riesgo ni alcanza cotas elevadas de calidad. La pregunta después de su visionado sigue siendo ¿hacía falta?
Tal vez era el momento de aprovechar los tiempos de cambio y presentar a una abeja republicana o en lucha insaciable por una democracia participativa en una colmena corrupta y cuyo sistema político se encuentra agotado, con un juego de tronos entre bambalinas que haría palidecer a las siete casas de poniente creadas por George R.R Martin. El simpático saltamontes podría representar a esa vieja izquierda auténtica que nunca abrazó el juego del nuevo (viejo) régimen y resiste entre cajas de cartones y canciones de Kortatu a la opresión, pero finalmente debe también aceptar que su tiempo se agotó hace demasiado tiempo y darle una oportunidad a la revolucionaria (pero pacifista, ojo, Maya sólo es peligrosa en Twitter) abejita. Incluso Willy parece por momento a esa asustadiza socialdemocracia que ha perdido sus raíces y se adentra en territorio olvidado para intentar recuperar parte de su esencia (o al menos maquillarse de cara a la galería). Hubiera sido todo un punto.
Pero no, La Abeja Maya. La película recupera todo el espíritu de la serie. El pacifismo a lo Neville Chamberlain, la idea de recuperar la guerra fría como el equilibrio para mantener la paz, la monarquía parlamentaria como única manera de salir adelante por parte de la sociedad (y de paso recuperar esa horrible idea de la “buena dictadura”) y todo un sinfin de detalles que ya estaban presentes hace 40 años.
No obstante la razón para realizar la película, dejando bromas a parte, se debe al relanzamiento el año pasado de la serie. Ahora que más de una generación ha crecido con los “dibujitos animados” y se dedican a crear animación con una calidad en los guiones asombrosa, La Abeja Maya vuelve con sus viejas y bonitas ideas que siempre han estado y estarán presentes, con su fácil moralina para toda la familia.
Y todo es agradable y bonito y simpático y alegre, en un país multicolor…