El primer largometraje de la directora húngara Ildikó Enyedi es esta particular visión de los inicios del siglo XX. Sus protagonistas, dos gemelas huérfanas nacidas el mismo día en el que Edison muestra por primera vez al mundo la bombilla, son separadas de niñas y adoptadas por dos familias distintas, llevando a consecuencia de ello vidas diametralmente opuestas. Mientras Dóra ha alcanzado un estatus social elevado y se divierte jugando con sus pretendientes, Lili se encuentra inmersa en un complot revolucionario anarquista y se prepara para cometer un atentado. Sus caminos volverán a cruzarse cuando coincidan en el mismo tren y sobre todo a raíz de la aparición de un hombre seductor y misterioso llamado Z.
La de Mi siglo XX puede parecer visto lo visto una historia bastante sencilla en términos generales, pero esta sinopsis realmente no hace justicia a lo intrincado de esta experiencia, que tiene como características principales su fragmentación narrativa y una linealidad más bien escasa, tomándose desvíos cuando le viene en gana (como cuando de la nada se pone a contar la historia de un chimpancé del zoo y cómo fue capturado) y funcionando no tanto como un cuento sobre dos mujeres con vidas opuestas sino como un retrato complejo del contexto en el que se encuentran a través de sus vidas, y en último término, de la sociedad de principios de siglo en su totalidad, incidiendo en sus sistemas de valores, relaciones y realidades sociales para ofrecer dos caras de la misma moneda.
De este modo, esta película termina por centrarse más en la descripción situacional con el objetivo final de extrapolar al global que en ofrecer una narración realmente introspectiva y centrada en sus personajes aislándolos como individuos plenamente reconocibles. Y es en este punto donde podría considerarse que la cinta flojea o pierde interés, porque prescinde de una mayor conexión con dichas personalidades para favorecer a este retrato en último término global, y en cierto modo hace que el enfoque de ésta sea más frío y discursivo que emocional. En cualquier caso esta carencia es bastante modulable según el espectador y no impide disfrutar de lo que al fin y al cabo hace destacar más a esta experiencia.
Y es que al margen de lo mencionado Mi siglo XX destaca como una obra inusualmente ambiciosa e inteligentemente planteada teniendo en cuenta que es un debut en el largometraje, que no tiene problema en experimentar con su narrativa y que rebosa de agudeza, sátira, sensualidad y una visión sociopolítica clara y enérgica. Destaca en ello por una propuesta claramente centrada en una dualidad femenina que se ilustra a través de sus dos protagonistas, desarrollando los puntos de vista de Dorá y Lili y sus diferentes maneras de entender la vida, sus prioridades, sus perspectivas ideológicas e incluso la forma de llevar su sexualidad. Podría decirse que Z, un personaje plano que parece ir a merced de los acontecimientos, es el nexo común que permite al espectador explorar sus posturas y conocerles más a fondo como personajes incidiendo en aspectos que van más allá de su superficie.
A estos méritos narrativos se les añade una estética que dota de gran belleza a esta película. Rodada con una hermosa fotografía en blanco y negro, utiliza con frecuencia el motivo de las bombillas y la electricidad para jugar con las luces y sombras, ofreciendo gran cantidad de imágenes cautivadoras. Por momentos, el filme alcanza una capacidad de fascinación muy encomiable y a nivel global incide en el carácter ambicioso de esta cinta y en su integridad artística. Sirva de ejemplo toda la secuencia en la que vemos a unas Dorá y Lili huérfanas vendiendo cerillas en una noche de invierno, en claro homenaje al cuento de La pequeña cerillera.
Por su claridad de ideas, por la fortaleza de su discurso y sobre todo por ofrecer una visión artística plenamente desarrollada teniendo en cuenta la falta de experiencia de su autora, hay poco que reprochar y mucho que aplaudir a esta interesantísima película. Si bien por la cuestión de enfoque mencionada anteriormente mi falta de una conexión emocional más directa me impide mostrar un mayor entusiasmo al hablar de esta experiencia, no puedo menos que incidir en el valor de Mi siglo XX como visión femenina y feminista de esta época histórica caracterizada por sus constantes progresos tecnológicos y por la convulsión social y la adquisición de nuevos valores, pero además en su condición de reflexión global sobre la posición de las mujeres en la sociedad, en un discurso plenamente extrapolable al contexto actual.