El cine mantiene un vínculo bidireccional ineludible con la memoria al mismo tiempo como medio para capturar los recuerdos y crearlos en sus espectadores a través de la luz. ¿Pero qué ocurre cuando esos espectadores carecen de la percepción de esa misma luz que se entiende como la esencia de lo cinematográfico? En Hikari (Naomi Kawase) la protagonista Misako se dedica a escribir audio-descripciones de películas, una labor con la que debe transmitir de manera precisa el contenido de las imágenes en pantalla para que puedan ser descifradas por la imaginación de sus usuarios sin manipular la intención del autor del film. Esta es una forma de mantener su conexión con un sentido ausente, con el mundo que les rodea y una experiencia audiovisual que reconstruyen en la mente, evocando sensaciones que creían perdidas. Mientras se esfuerza en satisfacer las necesidades de los demás, Misako sigue sin afrontar una dolorosa ausencia en su vida.
Asumir la pérdida es el gran tema central de una película que utiliza la visión, la luz y el cine como elementos de un todo unido a la percepción del mundo y el pasado de cualquier individuo. La actitud aparentemente optimista de Misako choca con la de un fotógrafo que todavía mantiene algo de percepción visual. Un contraste entre quien vive en la rememoración y quien es incapaz de afrontarla aunque tenga todavía mucho por delante, ambos unidos por el duelo. En cierto momento Nakamori afirma que lo más bello es aquello que desaparece ante nuestros ojos. Una exaltación poética de lo efímero bañado por los rayos del sol que bien podría resumir las intenciones de Kawase con este relato delicado y amable, que muestra el dolor como algo inherente al paso del tiempo y del que no hay que huir, sino revisitar con el gozo de la belleza de los instantes, el amor y las personas desaparecidas de los lugares que forman parte de nuestro recorrido vital. «Más vale haber amado y perdido que nunca haber amado».
En Hikari se encuentra una preocupación obvia por explorar el aspecto sensorial de la interacción de sus personajes con su entorno y entre ellos. La luz adquiere una dimensión narrativa más en muchas de las secuencias a través de la relación del cine, la fotografía y la mirada, pero también por la virtuosa iluminación que acaricia sus rostros en muchas de ellas o una puesta de sol que desvela la verdadera naturaleza de las emociones reprimidas por la protagonista. La condición imperfecta y huidiza pero hermosa de nuestra existencia constituida por elementos en eterna transición sirve de analogía con el cine. Pero proponiendo además una reflexión secundaria con aquellos que no pueden ver y lo perciben de forma completamente distinta a cómo fue concebido ¿qué es el cine? Puede que el cine sea simplemente el recuerdo de las imágenes más que las imágenes per se. el efecto que provocan en nosotros más que las historias que se narran en ellas. Puede que el cine y la vida estén dentro de nosotros y no fuera.
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.