Lejos de evidenciar una coherencia espacio-temporal clara, evitando aferrarse a estructuras formales y hasta podría decirse, prescindiendo de un guión o de una trama, Hong compone un estudio emocional melancólico, sutil y delicado al acercarse a una mujer que purga la añoranza de un amor mientras trata de sobreponerse a su reciente pérdida.
Su película se sucede en dos capítulos. En el primero Younghee está en Hamburgo, acompañada de una amiga, para poner tierra de por medio alejada del hombre del que está enamorada y con el que fracasó en su aventura extramarital. Es él quien está casado. Quizás su amante llegue a su encuentro. Aunque ella lo espera, no lo tiene claro. Y pese a que físicamente están separados por miles de kilómetros ni deja de pensar en él ni de preguntarse si él piensa en ella.
En la segunda parte, ya en una ciudad costera de Corea del Sur, Younghee se rodea nuevamente de amigos mostrando la evolución de su duelo hacia actitudes más rencorosas y viscerales, incluso algo hostiles con quienes la rodean. Ahora está más enfadada, más dolida. Como si de una a otra parte de la narración transitara de un estado de calmada ansiedad hacia otro de iracundo despecho.
Es necesario conocer la historia detrás de este film: el idilio amoroso, real, entre su director y la propia actriz protagonista. Una suerte de escándalo en el país, que Hong, junto a Kim Min-hee —su compañera sentimental e intérprete de la cinta—, decidieron llevar a la pantalla para resarcirse del acoso mediático que ambos sufrían. De tal manera la película abre en canal su propia intimidad, indaga en un sentimiento de pérdida y se impregna inexorablemente de un romanticismo fatalista. Si uno tiene esto presente, la historia que nos cuenta Hong resulta más conmovedora si cabe, a la vez que hace inevitable sentirse incómodamente voyeur de su propio dolor. También se podrá empatizar fácilmente con su personaje principal, Younghee, que al fin y al cabo reproduce con melancólica naturalidad su vivencia personal. Como si Hong y Kim hubiesen sentido la necesidad de desnudar su alma y sentimientos en una confesión filmada a la que no estamos acostumbrados. Tal vez como evasión, tal vez como terapia contra el despropósito mediático que sacudiera sus vidas y reputación.
Kim Min-hee, presente en casi cada nuevo estreno de la cinematografía de Corea del Sur y en 4 de los últimos 5 títulos de la filmografía de Hong (Claire’s Camera, The Day After, Righ now, Wrong then y la propia At the Beach Alone at Night) es más que reconocible para el gran público como una de las protagonistas de la aclamada The handmaiden, estrenada en este mismo festival hace un año. Recientemente galardonada por esta cinta con el premio a la mejor intérprete en la Berlinale, el Oso de Plata, sobre ella recae todo el mérito interpretativo en la composición de un personaje profundamente abatido y reflexivo. Su escarceo amoroso le ha supuesto tanto el dolor de sufrir la ruptura como la pérdida de su trabajo como actriz. Todo, en el trasfondo de una sociedad profundamente tradicional sobre los roles de la mujer como madre y esposa e indisimuladamente escandalizada ante el adulterio o la soltería femenina.
En la playa sola de noche radica en una sucesión de conversaciones fluidas con amigos en las que Younghee explica sus emociones, con mucha economía visual en cuanto básicamente la cámara se limita a filmar estos diálogos. Unos aparentemente casuales, banales, otros reflexivos sobre el amor o el paso del tiempo, otros resultado del despecho y el alcohol. Todos, muy personales.
El título de la cinta es simbología del estado emocional de la propia Younghee. Porque nunca estará sola en la playa de noche, sino de día. Pero sola y en la noche será como se sienta.
Esta es la tercera película que el prolífico Hong trae a Santiago en el mismo año después de ser estrenadas en fechas recientes The Day After y Claire’s Camera. Todas, con tintes autobiográficos, quizás sea En la playa sola de noche la más personal de su filmografía y en la que ha querido reflexionar intensamente sobre sentimientos y crisis emocionales muy comedidamente, sin alardes, como es de esperar desde su propia idiosincrasia. Y sin embargo, rompiendo esquemas estrictamente narrativos y desnudando un capítulo de su propia vida.