Adelante con el trabajo sucio. Uno de los departamentos que más rechazo generan en las grandes empresas es el de recursos humanos. Ya sea como futuro empleado que se presenta a una entrevista, o aquel veterano al que requieren su presencia en un despacho para «comentar» su desarrollo en el equipo; los nervios siempre acompañan al que atraviesa la puerta para enfrentarse a esta experiencia. El demonio siempre está al otro lado.
Pero no es del todo cierto. En ese otro lado se encuentra la persona que se dedica a evaluar las comeptencias de otros y es a través de esta figura de donde parte el desarrollo de Corporate.
Céline Sallette es la presencia más absoluta de este drama, donde interpreta a Emilie, jefa de recursos humanos de Esen, una multinacional cualquiera con mucho empleado y corrección impoluta que demostrará la hipocresía táctica de una mayoría que suele silenciarse por conveniencia estratégica.
Conocemos a Emilie como el gran apoyo de los jefes y a la vez quien trata a los empleados con una cercanía equiparable, una mujer sobria que, sin apenas darte cuenta, fabrica cuestiones a partir de tus propias palabras. RRHH de manual. Es una empleada de competencias claras que ve como la seguridad que forma un férreo escudo a su alrededor comienza a desmoronarse ante el suicido de un empleado del que aparentemente era superior directa. Un hecho grave y conciso que despierta los engranajes del film con el claro objetivo de reflexionar sobre la tiranía laboral instaurada.
Nicolas Silhol debuta en la dirección con un frío (tirando a gris) relato sobre la estoicidad laboral en grandes empresas y decide centrarse en la posición intermedia de la cadena de mando, siendo Emilie el punto que nos permite ver a una prudente distancia la postura tanto de altos mandos como de simples asalariados, en un estado de crispación que va transformando por etapas la posición de la protagonista, añadiendo elementos de culpabilidad o victimización por las distintas decisiones que va tomando. En realidad intenta que sea ella el color del film, quien destaque de la medianía que le acompaña.
Desde un inicio se intenta trasladar a Emilie desde su inquebrantable firmeza —por el modo en que se relaciona con el resto de compañeros, tapando su verdadero sentimiento ante lo que ocurre— hasta el trato más cercano —las ocasiones en que necesita cambiar de ropa en el coche demostrando su excesiva implicación laboral o la necesidad de ofrecernos un retrato familiar por su parte— con dos claras intenciones. La principal es una socavada denuncia ante la exposición de las metodologías laborales, donde los trabajadores son poco más que estadísticas que deben cuadrar positivamente con el valor de la empresa. Ellos siempre deben ganar. La segunda es un lavado de imagen de un personaje ficticio, para dar paso a una profunda reflexión sobre dónde termina la marca de una empresa y aparecen las personas, esos individuos que dan forma a un equipo y se ven obligados a llevar adelante unos roles que no necesariamente se adaptan a sus creencias. Para ello se revela la aparición de Violaine Fumeau, que interpreta a una inspectora laboral, la justicia (no ciega) que termina de equilibrar el tono de la película.
Pese a la radiografía austera que se realiza de los lobos laborales, todo deriva en reforzar un salto al vacío que sirva de ejemplo ante un camino de difícil recorrido, y es que para reforzar a la persona decide destruir la figura del temido responsable de los puestos de trabajo ajeno, siendo más factible separar las formas del personaje que dar una explicación que conecte con el espectador sobre lo que este representa. Corporate se mueve en un relato convencional, pero su humanismo funciona como un resorte para concienciar y evaluar personalmente la gran mentira del compañerismo entre desconocidos.