Vivimos en continuo cambio, desde que nacemos hasta que morimos; crecemos, engordamos, adelgazamos, nos cambia el rostro, etc. Pero hay ciertas cosas que prevalecen intactas a todos esto. Aquellos valores que permanecen inalterados a lo largo de nuestra vida son los que realmente nos definen como personas. Pero en ocasiones es difícil despegarse de aquellas primeras impresiones meramente físicas o más visibles, sobre todo cuando nos encontramos con alguien distinto. El rechazo al diferente es uno de los grandes males de la humanidad, este tipo de ideas han causado muerte y sufrimiento a lo largo del tiempo. Es necesario que las personas seamos capaces de mirar en el interior sin juzgar las apariencias y el cine tiene un papel necesario para contribuir a que dejemos de atacar a aquello que no conocemos o somos incapaces de comprender.
Dagur Kári nos muestra en su última obra Corazón gigante la vida de Fúsi un hombre de unos 43 años que aún vive con su madre, solo tiene un amigo con el que juega diferentes batallas de la II Guerra Mundial en un tablero, con soldados y tanques en miniatura. Su aspecto desaliñado, su sobrepeso y su dificultad para socializarse le convierten en objeto de burlas de sus compañeros de trabajo. Señalado por ser un tipo distinto, al que todos quieren tener lejos. Entre ellos la pareja de su madre que intenta que salga de casa cuanto antes. Por casualidad conoce a Sjöfn, una mujer con graves problemas emocionales con la que entabla amistad -a pesar de su dificultad para relacionarse- y de la que más tarde termina enamorándose. Aunque la relación no lleva a ningún lado, el amor de Fúsi es desinteresado, sin importar el rechazo se vuelca en ayudar y cuidar de Sjöfn cuando ella lo necesita.
Y si, Fúsi es grande, pero por su corazón gigante. Siempre dispuesto ayudar a todo aquél que lo necesita, incluso a los compañeros que le acosan. No busca nada a cambio, no se aprecia ningún atisbo de maldad en su mirada que pide desesperadamente comprensión. La inocencia de un niño, que aún no ha sido ensuciada por los males y prejuicios de la sociedad. Como la hija de su vecino, que entabla una amistad con Fúsi porque un niño no juzga, no discrimina, se relacionan con todos sin tener en cuenta las apariencias “mi padre dice que eres un bicho raro, pero yo no lo pienso”. Es interesante, como a veces los niños son capaces de ver más allá que los adultos. El personaje juega con la niña, ella le enseña sus muñecas y él sus miniaturas de la guerra. Pero el padre de ella no ve posible esa amistad e intenta impedir que su hija se relacione con él. Realmente lo que era incapaz de comprender es la inocencia de Fúsi, que lo único que buscaba era alguien con quien poder jugar.
Una película capaz de conmover, pero sin necesidad de buscar la lagrima fácil. Solo necesita mostrar el punto de vista del personaje, convertir al espectador en su compañero anónimo. Nos sitúa en su lugar, viendo la vida a través de sus ojos que luchan contra las continuas barreras con las que se encuentra, el uso de los cristales durante varios planos, sirve para crear esa distancia entre el personaje y el exterior. Finalmente, el cine a cumplido su función de acercar al espectador otro punto de vista, para hacerlo capaz de empatizar con el diferente, porque la inocencia y humanidad del personaje es finalmente lo que permanece. Ahora es imposible pensar en Fúsi y no sacar una sonrisa, porque consigue conquistar hasta el corazón más duro, solo era necesario mirar más allá de las apariencias.