Anoche se retransmitió en directo, en el transcurso del Festival de Cine de Sarajevo, la proyección de la ópera prima de la joven cineasta Anja Kofmel. Es decir, mientras se veía la cinta en la capital bosnia, a la vez era retransmitida en Róterdam y en otros lugares, por lo que lógicamente y aprovechando la tecnología, las preguntas a la autora al finalizar el filme se hacían mediante Twitter y Viper.
Chris the Swiss persigue mostrar y dar respuestas a algunas de las preguntas que han obsesionado a la directora desde hace ya más de dos décadas. En el invierno de 1991, en el peor momento de la guerra en Croacia, justo después de Vukovar y otras atrocidades, el tío de Anja, Chris, es encontrado muerto mientras realizaba su labor como reportero desplazado a zonas de guerras. Lo extraño es que su cuerpo aparece con un tiro limpio en la cabeza, por mucho que el forense dicte que la muerte ha sido por estrangulamiento, y vestido con uniforme paramilitar.
Alternando la animación que evoca el pasado, entrevistas en el presente a algunos de los colegas de su tío y capturando con su cámara el viaje que ella realiza siguiendo exactamente los mismos lugares que Chris visitó, Anja consigue mantener un ritmo que tarda en coger forma, pero cuya parte final, aquella que reserva para las respuestas, inflan de vuelo e intención al proyecto.
Desde sus primeros compases esa atmósfera malsana logra captar nuestro interés, pero a mitad de la cinta uno empieza a pensar si todo el viaje nos lleva a alguna parte o tan solo se trata de, por otra parte merecido, un homenaje a su tío y al sinsentido de la guerra.
Como decía, el documental no es perfecto, los pocos minutos que dedica a la historia de Yugoslavia están repletos de lugares comunes, y la región es vista a través de esa óptica cuya sensación desprende que siempre se han matado y tarde o temprano se acabarían matando otra vez que tanto parece gustarnos a los europeos. Y tras una secuencia de apertura portentosa, mostrándonos la pesadilla que tuvo la noche que se entero de la muerte de Chris, la cinta parece que no va a terminar de despegar y se quedará en buenas intenciones con una animación sencilla pero estupenda y que sienta de maravilla al relato.
Pero como decía antes, su parte final otorga al filme otra dimensión, otras lecturas y otras miradas que permanecían ocultas o disimuladas en la primera parte. Entonces, el homenaje a Chris adquiere otro tono, una continuación del trabajo de aquel. El cariño de la percepción tierna y personal se une a una perspectiva crítica, de denuncia, que afecta a España más de lo que me gustaría, aunque prefiero no dar ninguna pista.
Chris the Swiss tiene sus mejores bazas en la mirada personal, una mirada que se pierde un poco cuando intenta comprender algo tan absurdo de entender como es una guerra. La visión de la directora parece tan inocente en los primeros compases como la de su tío. Pero va creciendo y entiendo a la misma velocidad que la de Chris. Obviamente uno presupone que todo puede ser parte del montaje, que dicho descubrimiento paulatino aconteció años atrás de iniciar siquiera el proyecto, pero esto no se percibe como una falta de honestidad. Los momentos del viaje de Anna, adquieren por tanto, la categoría de recreación.
Poco a poco, la fatalidad se apodera del relato. Su parte final dispara hacia personas y entidades bien definidas, sin tener todas las pruebas, apoyándose en el contexto y en la poca información que se nos muestra, pero resulta más verídico y real que algunos de los documentales de supuestos falsos asesinos que ahora abundan por la televisión.
El resultado es una buena película cuyo final resulta de los más estimulante y demoledor, aunque uno nota que sus últimos compases son algo atropellados y termina justo cuando otro tipo de preguntas comienzan. No obstante, su directora bien puede argumentar que sus respuestas fueron aclaradas, en la medida de lo posible, y que le toca a otros esclarecer todo lo demás.