No hay duda de cuáles son las inquietudes de Céline Sciamma. Sus guiones y películas giran en torno a un tema concreto, el descubrimiento de la vida y el cuerpo, los palos a ciegas que se dan desde la inocencia infantil hacia otros caminos, hacer que el cuerpo exprese su evolución más allá de los diálogos explicativos.
Es así como afrontó su primera película alguien que había estudiado para guionista, creando su película a partir del papel, sin idea alguna de pasar por la dirección. Naissance des pieuvres —Lirios de agua como título español— fue su primer acto en el conocimiento femenino del modo más expresivo.
En ella se centra en tres adolescentes situadas en puntos totalmente opuestos en su visión del mundo. Tres flores que deben madurar y descubrir, a través de sus cuerpos (una parte fundamental en el cine de Sciamma) cuál es el siguiente paso en una etapa tan hostil como la adolescencia. La base, su unión, es la natación sincronizada, por lo que las flores se mantienen mojadas en gran parte del metraje, aprovechando esas clases y competiciones como un idioma propio donde envolver los pequeños conflictos y no como una mera decoración.
Pequeñas lagunas que basan esta relación con sus cambios y sentidos físicos, y con los que les rodean. El cuerpo es literalizado, es un idioma propio que habla del crecimiento y el despertar sexual, pero lo hace con suavidad, sin necesidad de maquillar las situaciones o los movimientos de aquellos que tienen un momento de protagonismo en la película.
La mujer es un pilar, el único en toda la película, son ellas quienes avanzan en este complejo universo físico y mental, es lo que conoce la directora por experiencia propia y lo que nos muestra, pero desde tres perspectivas dubitativas, dos amigas que disfrutan poco a poco de la presencia de su cuerpo, una recta e infantil, otra grande y curva. A partir de ahí llega el momento de fijarse en otros y separarse por en momentos precisos por sus preferencias personales, hastiándose la una de la otra por no contar entre ellas, una relación tan normal y en ocasiones tan seca. Una se encuentra centrada en un muchacho que la ignora, con el que desea intimar, la otra va cayendo en una leve pendiente hacia esa chica rubia a la que tratan de objetivo fácil para los chicos los demás. Despertar a los ojos de otros, despertar a la época más complicada de este vivir.
Infructuosa es la comunicación verbal, tan espaciada en esta película y poco certera (rasgos que enfatiza en su última película Tomboy), pero es primordial el comportamiento y los “roces” entre los personajes, lo físico es un apartado único que mimetiza lo que sienten y desean, siendo los hombres meros bultos que actúan como un ente bruto y sucio sobre unas muchachas que poco conocen de lo que les rodea en un mundo de apariencias.
De la inocencia se pasa al fracaso, como cada uno que intenta probar su resistencia por primera vez, ya que nos encontramos en un bucle de primeras veces en las que seducir la curiosidad con actos sencillos. Nadadoras que dan color a este verano francés con sus coreografías y su intimidad absoluta cuando se rodean de litros de agua, bañadores que muestran la sensualidad floreciente de unas muchachas exploradoras, cloro que oculta las vergüenzas de todos aquellos líos amorosos que no son ciertos porque nunca se nombraron. Es así, fresca y sencilla, como llegó el primer trabajo de Céline Sciamma, estos lirios de agua que crecen con pasión y fuerza en un inhóspito paraje.