Un servidor ha podido disfrutar de hasta tres cintas georgianas en Sarajevo este año. Y es que desde que el año pasado se alzara merecidamente In Bloom (Nana Ekvtimishvili y Simon Groß , 2013) con el principal galardón del festival, no son pocos los que empezaron a hablar del “nuevo cine georgiano” como heredero de cierto estilo e ideas de la cinematografía rumana reciente.
Aún es pronto para hablar de un nuevo cine, signifique lo que signifique esa etiqueta que a los críticos nos gusta otorgar con demasiada facilidad (y de paso colgarnos la medalla por el descubrimiento). Al fin y al cabo más bien es una marca para vender, como se ha utilizado con las películas rumanas en muchos festivales de los últimos años. Lo que es innegable es la calidad que se desprende de las cintas georgianas que han pasado por Sarajevo. Y Blind Dates brilla por encima de las demás.
En la cinta encontramos a dos hombres rondando la cuarentena que viven aún con sus padres y tienen problemas para relacionarse con mujeres, por lo que deciden utilizar la facilidad de internet para concertar citas. Nuestro protagonista es un profesor de historia de un instituto que no parece nunca tomar decisiones y vive una gris existencia, comportándose en ocasiones como un solitario adolescente. Todo parece cambiar cuando conoce a la madre de una alumna suya, cuyo marido está a punto de salir de la cárcel.
El tono es una maravilla que nos regala escenas llenas de un humor seco, apoyándose en situaciones cotidianas que se tornan absurdas. La cámara sólo tiene que mantenerse quieta para mostrar el patetismo de lo que observamos. Pero de igual manera, se desprende cariño por los desdichados personajes que aparecen en pantalla. De la misma manera, desde el libreto se juega a cambiar la dirección de los acontecimientos, huyendo de clichés. Sandro pasa por varias secuencias con personajes y mundos aparentemente sin conexión alguna, por lo que casi estamos ante una «road movie». Su personalidad, apocada, nos regala momentos geniales y se va metiendo en un lío tras otro, alejándose cada vez más de su objetivo mientras nos reímos de sus miserias y de los que lo rodean.
Hay unos personajes secundarios que apenas se mantienen en pantalla pero que resultan geniales, como la pobre Maka. Y es que uno de los aciertos es convertir en lo que bien podría ser un dramón en una comedia gracias a la inteligencia de su cineasta; el mismo guión con otro cineasta daría como resultado otra cinta totalmente diferente, pero Koguashvili resulta tener una mirada única para la ironía, donde nada sale como estaba previsto y nos lleva a situaciones inesperadas.
Sí, por momentos parece que la película es algo dispersa, con segmentos bien diferenciados, pero si se analiza en conjunto vemos a unos personajes desorientados buscando el amor desesperadamente durante todo el metraje. La crueldad para con Sandro es que toda la confusión que se crea sobre su persona llega cuando tras volverlo todo del revés, cada uno de los personajes encuentra su sitio, pero no así Sandro, que acaba en viaje a ninguna parte.
Y aún así, con un final ciertamente demoledor, se entiende que más que nunca ha cambiado, si se puede decir eso de un hombre que aparentemente no evoluciona. Porque seguirá siendo el hombre de pocas palabras e inexpresivo de 40 años que vive con unos padres que lo tratan como si fuera un adolescente, pero al menos parecerá darse cuenta que al amor hay que salir a buscarlo y no esperar sentado a que aparezca, aunque durante parte de la cinta así suceda.
Blind Dates es una obra de largos planos con un protagonista carente de estímulos o incluso presencia agradable para el espectador. Pero poco a poco la cinta nos gana con su ternura y sus momentos de humor, para en su tercio final, ser dolorosamente divertida.
Muy recomendable.