El proceso de transformación que un niño sufre durante la adolescencia es también el de la construcción de un universo propio y una mirada personal respecto al mundo creada a partir de referentes culturales, la educación, la influencia de su familia, el contexto social y las circunstancias únicas con las que se tiene que enfrentar al empezar a convertirse en un ser adulto. En Ava, su directora Léa Mysius parece tener muy en cuenta esto en la base de la narración de la historia de su protagonista. Ava es una chica de 13 años que pasa el verano con su madre en la costa y la frustración de la situación junto con la pérdida de visión nocturna servirán de catalizador de una exploración del entorno y los habitantes que la llevarán al descubrimiento —por prueba y error— de si misma. La playa, un joven por el que siente atracción, un perro de negro pelaje que utiliza de guía en su preparación ante la ceguera y su rebelión contra el orden que se le ha impuesto configuran la particular visión de Ava de una nueva vida que se asoma.
La toma de conciencia de su cuerpo, el sexo y el amor, la gestión de emociones complejas y la dinámica familiar suponen los retos que desafían las habilidades de una chica que no deja de ser novata en esos aspectos que forman parte de la maduración de cualquiera. El relato de Ava es fundamentalmente el de afrontar las responsabilidades de sus decisiones. Así, en cada tramo de la película se va despojando de todo elemento innecesario y conexión con la versión de si misma que deja atrás. Un sentido de libertad construido con gran habilidad que se contagia al resto del film y al que ayuda la vigorosa mirada de Mysius —ávida de retratar las interacciones de su personaje principal con su ambiente y quienes allí habitan— que no renuncia a aprovechar la comicidad desde una posición de comprensión y enorme sensibilidad. La cámara deja espacio para observar sus evoluciones desde una distancia segura, pero también se acerca y añade pasión cuando se trata de las secuencias más íntimas o intensas de la cinta.
La lucha interna por descubrir su verdadero ser está inexorablemente enlazada a la progresión de distintos escenarios y situaciones externos que describen su perspectiva de todo lo que le ocurre y rodea. De esta forma usa los elementos a su alcance para representar desde una realidad más espartana y dura hasta la faceta más onírica e irreal. Algo que recuerda a la protagonista, temas y recursos utilizados de John From (João Nicolau, 2015) en tanto en cuanto a considerar conflictos reconocibles integrados en una atmósfera que coquetea con el realismo mágico por momentos. La carismática presencia de la actriz Noée Abita y la exaltación a través de algunos instantes y montajes musicales sirve para sublimar este proceso de emancipación sencillo, honesto y optimista.
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.